Hola! Herman@s Quiero compartir con ustedes Enseñanzas de los Maestros Ascendidos y de otros Maestros que han traído tanta Luz a nuestros corazones y hoy, nos pueden enseñar como hacerlo, teniéndolos a ellos como ejemplo y como guías invaluables, que a través del Amor Divino, iluminan nuestro camino hacia la Luz.
martes, 24 de octubre de 2017
"SON" HIJO.- SÉPTIMA Y ULTIMA PARTE.
Esa noche hablé con los apóstoles quienes aún luchaban con los verdaderos significados de mi mensaje y mi misión. La mayoría de ellos aún creía que yo era el Mesías y que, en cierto punto, podía reclamar mi derecho al trono de David. Y no era verdaderamente posible que ellos comprendieran por qué fui a Jerusalén, sabiendo que sería arrestado. Y ellos no podían descifrar por qué yo debería abrirme a mi mismo al sacrificio de mi vida.
Cómo podría esperar que ellos comprendieran lo que tan pocos comprenden en este día: Que, en un cierto punto, yo sabía que enseñando solo no sería suficiente. Que los milagros no serían suficientes. Que un gran ejemplo de perdón y de poder del Padre/Madre debía ser exhibido. Una profunda demostración del poder del Amor sería necesaria.
Esa noche Judas se escabulló de sus hermanos y fue al clero de Jerusalén y me ofreció para ser capturado.
¿Por que Judas hizo esto? Tal como en el caso de todos quienes participaron en mi misión, existía un acuerdo del otro lado del velo para actuar los roles que cada uno actuaría en la Tierra. Judas eligió uno difícil. Pero ¿fue su traición para conmigo ordenada previamente? Nada está previamente ordenado, mis hermanas y hermanos. El libre albedrío siempre va a compartir el escenario. Pero una vez que las elecciones están hechas, entonces son tomados senderos de los cuales, a menudo, es demasiado difícil salir. Y, entonces, los destinos son alcanzados. Pero si Judas no me hubiera traicionado, otro sendero me hubiera conducido a mi muerte. ¿Es posible que mi ministerio pudiera haber continuado y florecido y que yo pudiera haber muerto cómodamente en mi cama, como un hombre viejo? Tal vez, ¿rodeado de una esposa y un hijo? Si. De hecho existe un mundo en la Mente de Dios donde exactamente ese sendero fue escogido.
Pero pronto se volvió claro que ese sendero no iba a ser este sendero. Y entonces, yo iba a ser traicionado. Judas, el celote, se había vuelto frustrado y, eventualmente, desencantado con mi mensaje. El quería un cambio ahora. Un cambio político. Cuando no me proclamé a mi mismo el Mesías en Jerusalén, fue demasiado para él. El hizo su elección de tomar otro sendero, un sendero que ni siquiera él sabía a dónde iba a conducir.
El jueves antes de la Pascua judía, yo informé a los apóstoles que tendríamos una cena de Pascua esa noche mejor que el viernes, como estábamos acostumbrados. No les conté que yo sabía que sería arrestado el viernes. Conseguimos la sala de arriba de la casa de la madre y del padre de Juan Marcos. No se sirvió cordero. A pesar de que, en ocasión, comería carne si sirviera a mi propósito, nunca di mi bendición a la costumbre de la matanza del cordero.
La atmósfera era sombría, el aire, pesado. El silencio, espeso. Traté de animar a mis compañeros recordando todas las aventuras que habíamos compartido, el dolor y la alegría y las luchas que habíamos compartido, la risa y la música y la danza que habíamos compartido. Esto sirvió para aligerar sus cargas, considerablemente.
El vino fue servido. Mi copa estaba alzada. “Cuando beban de esta copa, bébanla en mi recuerdo. Fluye con el Único Espíritu que nos ata a todos¨. Entonces el pan fue roto. “Cuando coman este pan, es el pan de la vida. Cómanlo en gratitud al Único Dios por todo lo que les ha sido dado en este mundo material.”
Luego, llené el cuenco con agua y me preparé para lavar los pies de mis apóstoles, todos ellos estaban en shock. Al principio ellos se rehusaron, pero yo los aquieté. “Mis hermanos, hemos pasado a través de muchas cosas juntos. Yo los he observado a todos estos tres años pasados y los he amado y admirado a cada unos de ustedes. Y cada uno de ustedes, en su propia forma, ha tratado de estar a mi lado derecho, se ha preguntado dónde deben estar posicionados dentro del reino venidero. Se ha preguntado acerca de las recompensas que les esperan por servirme.”
Me moví hacia los pies de los otros apóstoles, los lavé y continué: “Mis amados, todos son iguales en el reino de Dios. Cada uno sirve al otro, alegremente.”
Finalizando, me paré: “Si van a continuar mi enseñanza, deben liberar el mundo material que sostienen. Hónrenlo, celébrenlo, pero no dejen que los posea porque es toda una gran ilusión la cual los mantendrá alejados de las grandes verdades. Confíen en el Uno Quien Me Envió para cuidar sus necesidades. Tengan fe. Sean un ejemplo de fe, la cual será probada en los días que vienen. Sírvanse alegremente los unos a los otros. Sirvan con el corazón lleno y con una mano abierta. Y yo estaré a vuestro lado. Siempre. Esto, mis amados, les prometo.”
Entonces, me dirigía a Judas: “Lo que debas hacer, hazlo rápidamente.” Un Judas asustado se separó de la mesa y salió corriendo, para consternación de los otros.
Estos eran todos buenos hombres, algunos más confundidos acerca de sus vidas que otros, algunos, tal vez, un poco más perdidos. Cada uno se unió a mi sin conocer qué estaba por venir. Cada uno se sacrificó – tal como lo hicieron sus esposas y familias – por algo nunca visto o escuchado antes. Ellos dudaron. Ellos se cuestionaron. Ellos, a menudo, se enfurecieron. Cada uno poseía maravillosas fortalezas y muy humanas debilidades. Pero cada uno, en su propia forma, creía profundamente. Ellos temían por mi. Ellos buscaron protegerme. Ellos me amaron. Y luego de mi muerte, ellos lloraron por mi. A mi regreso, ellos temieron nuevamente, luego se regocijaron. Y luego, cada uno se fue por su cuenta, ofreciendo la enseñanza a los descreídos y a los odiosos, sometiéndose a la humillación y al ridículo. Pero ellos también alcanzaron incontables almas esperanzadas, sedientas de consuelo. Y ellos la dieron alegremente, desinteresadamente.
Si, ellos me quisieron amorosamente. Yo, los amé profundamente.
De regreso al campo en Gethsemani, los apóstoles aún estaban discutiendo los eventos de la tarde, especialmente la pronta partida de Judas y mis últimas palabras para con él. Puse Juan, James y Pedro a un lado y me fui a un lugar donde usualmente orábamos, y los dejé para ser yo mismo, y ellos pronto estaban dormidos.
Hasta este día, yo todavía no estoy seguro de por qué los traje conmigo, excepto que una tristeza se estaba trepando sobre mi, yo me estaba sintiendo solo y necesitaba compañía. A pesar de que mi sendero era claro y mi decisión final. Todavía no estaba buscando lo que estaba adelante mío. Ser un espíritu encarnado es un gran regalo, y una carga difícil. La riqueza de la vida es encontrada en la interacción de la alegría y la pena y yo no era inmune al dolor del corazón. Y así me fui yo mismo para pedir orientación y me encontré a mi mismo embargado con la emoción por todo lo sucedido y todo lo que estaba por venir. Sentí las cargas del mundo sobre mi, y también las mías propias, cargas emocionales y preguntas: ¿Había sido exitoso? ¿Habían sido plantadas suficientes semillas? ¿Recordaría alguien algo de lo que había tratado de hacer? ¿Habría sido todo en vano? Yo también, tenía mis momentos de duda en el Plan Divino. Y entonces pedí a la Madre/Padre: “Si no es Tu Voluntad, por favor saca esta taza amarga antes de que yo beba. Si hay otra forma de servir, que yo lo sepa.”
Dos veces más pedí mientras que el perfumado aire de la noche susurraba más allá de mi, mientras las estrellas arriba iluminaban la oscuridad, mientras la tibia tierra descansaba debajo de mi. Y la respuesta se estableció acerca mía como una capa reconfortante. La paz llenó mi corazón y calmó mi mente. Y fui dentro, mis ojos se cerraron, y lo vi todo, el Plan. Mi sendero. La parte que yo jugué. La parte que todos nosotros jugamos. Vi los eones expendiéndose ante mi. Vi las sutiles y finas interconexiones, las sombras iluminadas por la luz más brillante, la luz más brillante entrelazada con la oscuridad. Sentí el dolor convirtiéndose en alegría convirtiéndose en paz. Yo vi la pelea convirtiéndose en equilibrio, convirtiéndose en armonía, convirtiéndose en Unidad .Vi la perfecta imperfecta perfección de la creación. Y de la muerte vino en nacimiento. De la oscuridad vino la Luz. De la pena vino el Amor.
Me desperté. Judas llegó con un guardia romano. Nuestros ojos se encontraron, Los mismos ojos de Judas llenos de miedo y consternación y arrepentimiento y rabia. Encontré sus ojos con paz a medida que el se adelantaba y dubitativamente situaba un beso en mi mejilla, la completa traición. El retrocedió y desapareció en la noche mientras el capitán se adelantaba, “¿Es usted Jesús de Nazaret?” “Yo soy el hombre que usted busca.”
El pobre Judas, quien había tomado el rol del traidor, ese niño atemorizado dentro de cada uno de nosotros, quien, sintiéndose sin poder en un mundo que no comprende y por el que se siente traicionado, golpea inutilmente hacia afuera y sucesivamente, se vuelve el traidor del ser. El fue a reunir su recompensa, ya con el sabor de la victoria agriándose en su boca, insistiendo que no lo hizo por el dinero sino por la causa, en la cual el creía profundamente. Su compás moral se estrelló contra las rocas de sus miedos, luego el tropezó en las oscurecidas calles, farfullándose a sí mismo incoherentemente, encontrándose a sí mismo al borde de un abismo. Donde se colgó a sí mismo desde la marchitada rama de un árbol. Con su último aliento el pidió perdón.
Tal vez, si Judas hubiera comprendido que su perdón ya estaba asegurado, tal vez, si el se hubiera dado cuenta completamente del amor dentro de él y del amor que el ofrecía, el hubiera elegido un sendero diferente..
Judas fue mi hermano. El aún lo es.
Mientras comenzaba a irme con el guardia, Pedro levantó su espada. Lo paré con mi mano. “Pedro, aquellos que a espada viven, por la espada mueren. ¿Piensas que estos soldados tienen algún poder sobre mi? ¿No sabes que yo podría llamar a todas las Legiones de mi Padre y ser liberado en este instante? Esto lo hago por mi propio acuerdo, libremente. Ahora, Pedro, haz lo que debes libremente.” Y me fui, lágrimas llenando los ojos de Pedro, Pedro, quien también me traicionaría tres veces antes del amanecer.
No diré que no me entristeció que Pedro eligió satisfacer su destino diciendo tres veces que no me conocía. Estos doce eran más que mis hermanos, ellos eran mis amigos. Pero la desilusión es otra forma de crítica. No era su propósito satisfacer mis expectativas. Era su propósito hacer lo mejor que pudieran en los tiempos en que se encontraron a sí mismos. Era su propósito, simplemente, tratar. Y eso es todo lo que se espera de cualquiera de nosotros.
Porque, mis amados, el fracaso no solamente es una no opción, no es posible. Todos ustedes cumplirán con sus destinos. Todos ustedes regresarán al hogar con sus Espíritus satisfechos. Todos ustedes serán saludados en celebración. Y esto una gran y una maravillosa verdad.
En este punto, rezo porque todos me perdonen, pero elijo no entrar en ningún detalle sobre los eventos de mis varios ´juicios´ mientras era desplazado de lugar en lugar, de juicio en juicio. La mayoría de lo que ustedes ya conocen es fáctico. No sirve a mis propósitos ahora adicionar sal a heridas ya sin sanar sobre mi muerte y sobre aquellos que ustedes creen responsables. Nuevamente, se los digo a todos y cada uno de ustedes. Los judíos no me mataron. Los romanos no me mataron. Las muchedumbres gritando en las calles no me mataron. Mi cuerpo fue destruido por un poder de lo más corrupto. Por el poder nacido del miedo. Por el miedo nacido del olvido, olvido de que ustedes no están solos. Olvido de que ustedes son amados más allá de lo mensurable. Olvido de que no existe la muerte, de que solamente existe la vida.
Y es con gran arrepentimiento que lo que voy a decir próximamente va a causar un cierto grado de incomodidad, tal vez, aún rabia, y esa no es mi intención. Pero la simple verdad es, mis amigos, yo no soy ahora un judío. No soy ahora un cristiano. Nunca fui cristiano. Esa es la religión que saltó de los corazones y de las mentes de otros. Yo no acepto etiquetas que separan. No acepto divisiones. No acepto paredes ni cercas, cualquiera sea la forma que tomen.
Y mis queridos, dulces, amados hermanas y hermanos, yo no morí por vuestros pecados. Lo que ustedes llaman pecados son las más grandes herramientas que ustedes tienen para aprender y para crecer, para comparar experiencias y para hacer mejores elecciones. Sus “pecados” – sus luchas y desafíos y debilidades – son sus más grandes regalos porque es a través de estas experiencias que los hijos e hijas de Dios se convierten en Co Creadores con la Fuente de Todo Lo Que Es. Así es como ustedes reclaman su derecho de nacimiento.
Y si, fui juzgado injustamente y fui golpeado injustificablemente en manos de otros, como usualmente, lo son ustedes por su sociedad, su cultura, su herencia y por ustedes mismos. Y si, sangré, tal como ustedes. Y si, sentí la puntada de dolor porque ser humano es sentir dolor. Si, llevé mi cruz tal como todos ustedes llevan la suya, nuestras cruces de culpa y vergüenza y falta de auto valoración y de miedo. Y si, como ustedes, fui ayudado a lo largo del camino por extraños quienes me dieron de beber, quienes ayudaron a llevar mi carga. Y como ustedes, llegué a mi noche oscura del alma, donde fui crucificado sobre las ilusiones del mundo material, crucificado ante otros a quienes nunca había conocido en mi vida, quienes vivían en sus bordes oscuros, pero quienes, ahora, estaban de mi lado como iguales, como hermanos, crucificados sobre sus propias ilusiones. Cada uno de nosotros sedientos de verdad y de amor y de paz y no siendo dadas a nosotros desde este mundo de ilusiones.
Así, como cada uno de nosotros, eventualmente, vamos gradualmente hacia adentro, cuando el mundo exterior nos abandona, hacia las regiones no exploradas de nuestro corazón donde la luz irrumpe como el atardecer sobre la noche.
Y si, morimos por nuestros miedos, para ser, eventualmente sacados de nuestras cruces y llevados sobre los hombres de nuestras familias y amigos y delicadamente echados a descansar. Y nosotros descansamos. Y en nuestro descanso nos rendimos a algo más grande que nosotros mismos, dejamos ir todo lo que pensamos que era real. Y nosotros esperamos por la oscuridad. Pero no viene. En cambio, una gran Luz penetra las nubes y somos entibiados y somos despertados. Y vemos – no cielos hechos por nosotros- sino a nosotros mismos como verdaderamente somos: Luz sobre Luz, Color sobre Color, Amor sobre Amor. Abrazamos y somos abrazados. Cantamos y somos cantados. Nos planteamos la Mente de Dios y vemos – no a Dios – sino a nosotros mismos reflejados, y nosotros estamos deslumbrados por nuestra propia magnificencia.
Mi madre terrena, María, Ruth, Jude y Juan estaban ahí conmigo. Me entristeció que tuvieran que ser testigos. Cuán doloroso es esto para una madre. Para una hermana. Para un hermano. Para un amigo. Les ofrecí una sonrisa reconfortante, pero consolar sus corazones no fue posible.
El cielo se volvió oscuro, lleno de una fina arena que sopló desde el desierto. Y un profundo silencio llegó. La Tierra entera se silenció con dolor, no simplemente por mi muerte venidera, sino por las oportunidades perdidas y las posibilidades para la humanidad, oportunidades y posibilidades que serían, ahora, aplazadas para una futura realización.
Por qué dije: “¿Padre, por qué me has abandonado?” Porque aún yo, tal como todos ustedes, deben, en algún punto, sentir la profundidad de la soledad, esa noche oscura del alma, cuando cada pensamiento oscuro es recordado y cada miedo es enfrentado. Es la graduación final que cada alma terrena debe experimentar para liberarse a uno mismo de la adicción de la materia, la ilusión del miedo. Y debe ser enfrentada en soledad. Pero, por supuesto, uno nunca está verdaderamente solo. Y pronto la noche se levanta, y el nuevo amanecer irrumpe, y los ángeles del cielo cantan, regocijándose en el regreso a casa de otro hijo de Todo lo que Es.
Permítanme tal solo esta nota de consuelo referente a estos eventos: Yo no sufrí. Yo había aprendido tiempo atrás a dominar mi mente y mi cuerpo. Yo podía abandonar al mismo a voluntad.. La muerte y el dolor no eran mi propósito. La resurrección lo fue.
Y ahora lo que yo ofrezco, lo ofrezco con una suave dulzura, y no de manera de ofender, aunque estas palabras podrían hacerlo. Traten de sentir más allá de las palabras, al amor dentro de ellas.
Sáquenme de la cruz, mis hermanas y hermanos. Mis amigos. Es un símbolo de lo que fue, no de lo que es. Bájenme de la cruz en sus propios corazones. Denle la espalda a la muerte y a la oscuridad. Vuélvanse a la Luz y al Amor y a la Compasión. Miren hacia un nuevo símbolo de vida. Miren al círculo que se completa a si mismo y que es siempre renovado. El círculo el cual contiene todo, el cual nunca termina y siempre comienza.
Sáquense a sí mismos de la cruz.
“Padre, en tus manos me encomiendo a mi mismo.”
José de Arimatea y Nicodemus, fueron con Pilatos a recibir el permiso para sacar mi cuerpo para el entierro. Fue concedido. Mi cuerpo fue enterrado en una tumba esculpida de roca sólida, perteneciente a la familia de José. En la mañana del domingo, María Magdalena, Marta, Joana y Rebecca se escondieron en la tumba con hierbas especiales y aceites para ungir mi cuerpo. Para su horror, ellas encontraron la sólida roca removida y la cámara de entierro vacía. María se corrió de la entrada y caminó hacia un lado con pena, cuando una voz la llamó, “María.” Ella viró hacia quien ella pensó que era un extraño, ya que no lucía como yo mismo. Pero ella reconoció mi voz y mi mirada fija y mi sonrisa. Y ella lloró con alegría mientras se arrodillaba. “Levántante, María. No llores. Me levanté como dije que lo haría. Y todos ustedes deben hacerlo.”
Ella se paró con las piernas temblorosas, alcanzándome. “No debes tocarme. Aún no he ascendido.” Mi cuerpo energético estaba en un estado de alta vibración, tocarlo hubiera sido perjudicial para ella. “Ve con mis apóstoles y cuéntales que me he levantado. Cuéntales que me reuniré con ellos en breve.”
Lágrimas de felicidad bajaban por sus mejillas, mi amada María corrió a contarles a los otros.
Por supuesto, mis apóstoles no le creyeron. Pero pronto aparecí ante cada uno de ellos individualmente y les dije que la muerte no es un final sino una entrada. “Yo soy la Puerta, mis hermanos. Yo les he mostrado el camino. Ahora ustedes deben convertirse en la Puerta, y mostrarles a otros, para que ellos, sucesivamente, puedan convertirse en la Puerta. ”
Y les digo a todos y cada uno de ustedes ahora: Ustedes son la Puerta, Ábranse a sí mismos extensamente.
Yo vine todos aquellos años atrás para ayudarlos a recordar.
Recuerden ahora
Así es. Y así será. Mundos sin fin. Vida eterna.
por Bradley - De Brian Murphy – Agosto 23, 2004
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