Sigamos a los tres viajeros camino de En-Gedí en la margen occidental del Mar Muerto, donde existía un antiguo y escondido Santuario Esenio, residencia de algunos solitarios, especie de delegados de confianza del Supremo Consejo, a los fines de facilitar a los Hermanos de la Judea el concurrir a las asambleas en días especiales, como los había igualmente en el Monte Ebath para los de Samaria, en el Carmelo y el Tabor para los galileos, y en el Hermón para los de Siria.
El Gran Consejo de los Setenta Ancianos conductores de la Fraternidad Esenia, tenían su residencia habitual en los Montes de Moab, en la ribera oriental del Mar Muerto, allí donde sólo llegaban seres humanos, de año en año, para subir a un nuevo grado, o analizar las pruebas designadas para cada grado, pues las consultas más sencillas eran atendidas por los esenios de los pequeños Santuarios de que ya se ha hecho mención.
Era En-Gedí una aldea antigua y de sombrío aspecto, pues aquella comarca salitrosa y árida, muy pocos encantos ofrecía a los viajeros.
Entre las últimas casas, hacia el oriente, se encontraba la vivienda de dos fornidos mozos, que con su anciana madre vivían de la fabricación de manteca y quesos de una gran majada de cabras que poseían, a más de la carga de leña que a lomo de asno transportaban a las aldeas vecinas. Esta casa era conocida de todos por la Granja de Andrés.