lunes, 17 de abril de 2017

ARPAS ETERNAS.- LOS ESENIOS (CAPÍTULO 2- 2º ESCRITO)

 
Sigamos a los tres viajeros camino de En-Gedí en la margen occidental del Mar Muerto, donde existía un antiguo y escondido Santuario Esenio, residencia de algunos solitarios, especie de delegados de confianza del Supremo Consejo, a los fines de facilitar a los Hermanos de la Judea el concurrir a las asambleas en días especiales, como los había igualmente en el Monte Ebath para los de Samaria, en el Carmelo y el Tabor para los galileos, y en el Hermón para los de Siria. 
 
El Gran Consejo de los Setenta Ancianos conductores de la Fraternidad Esenia, tenían su residencia habitual en los Montes de Moab, en la ribera oriental del Mar Muerto, allí donde sólo llegaban seres humanos, de año en año, para subir a un nuevo grado, o analizar las pruebas designadas para cada grado, pues las consultas más sencillas eran atendidas por los esenios de los pequeños Santuarios de que ya se ha hecho mención.
Era En-Gedí una aldea antigua y de sombrío aspecto, pues aquella comarca salitrosa y árida, muy pocos encantos ofrecía a los viajeros.
Entre las últimas casas, hacia el oriente, se encontraba la vivienda de dos fornidos mozos, que con su anciana madre vivían de la fabricación de manteca y quesos de una gran majada de cabras que poseían, a más de la carga de leña que a lomo de asno transportaban a las aldeas vecinas. Esta casa era conocida de todos por la Granja de Andrés.

ARPAS ETERNAS.- LA GLORIA DE BETLEHEM (Segundo Capitulo)

 
¡Los días volaban!..., volaban como pétalos de flores que lleva el viento, por valles, montañas y praderas; y cada uno de esos días, jirón de luz desmenuzado por los inexorables dedos del tiempo, le decía a Myriam con su voz sin ruido, que se acercaba el gran acontecimiento de su divina maternidad.
Una radiante visión color de amatista y oro le había cantado en un atardecer de otoño, una melodía jamás oída por ella: “¡Dios te salve, Myriam!... ¡Llena eres de Gracia!... ¡Bendita tú entre todas las mujeres!... ¡Y bendita en el que saldrá de ti, el cual será llamado Hijo del Altísimo! “¡Aleluya, Myriam!... ¡Aleluya!” “¡Canta, mujer del silencio, canta porque tu gloria sobrepasa a todas las glorias, y en esta hora solemne se ha fijado tu ruta de estrellas por los siglos de los siglos!...” Y la celeste voz parecía ir perdiéndose a lo lejos, como si aquel de quien surgía fuese elevándose más y más en el infinito azul.
Algunos humildes labriegos y pastores nazarenos, que pasaban las noches del otoño bajo las encinas gigantescas, con hogueras encendidas cuidando sus majadas o sus cultivos en maduración, creían haber soñado con cantares como los de las vírgenes de Sión, en la solemnidad de la Pascua en el Templo de Jerusalén.
Y otros transeúntes nocturnos de la silenciosa ciudad nazarena, aseguraban haber visto cómo nubecillas rosadas, azul y oro del amanecer, bajando y subiendo, esparciéndose como filigrana de tenues hilos de los colores del iris sobre la grisácea techumbre de la casa de Yhosep el artesano.
Y a media voz empezaban a correr versiones cargadas de misterio, de enigmas y de estupor, haciéndose los más variados y pintorescos comentarios, que ensanchándose más y más llegaban a lo maravilloso.
Algún poderoso mago debía andar de por medio en todo aquello –decían sigilosamente. Y la curiosidad femenina tejía redecillas sutiles, obra de imaginaciones de mentes sin cultivo y sin lucidez. 
 

ARPAS ETERNAS.- PRELUDIO (Segundo escrito)

 
Y la dulce Myriam de las manos de tórtolas, corriendo sobre el telar, tejía el blanco lino para las túnicas de las vírgenes y los mantos sacerdotales; y corrían sobre las cuerdas de la cítara acompañando el canto sereno de los salmos con que glorificaban las grandezas de Jehová.
Veintinueve meses más tarde, Yhosep de Nazareth, joven viudo de la misma parentela era recibido en el Pórtico de las mujeres por la anciana viuda Ana de Jericó, prima de Joachin, y escuchaban las santas viudas del Templo, la petición de la mano de Myriam para una segunda nupcia de Yhosep, cuya joven esposa dejara por la muerte su lugar vacío en el hogar, donde cinco niños pequeños llamaban ¡madre..., madre!, sin encontrarla sobre la tierra. Y Myriam, la virgen núbil de cabello bronceado y ojos de avellanas mojadas de rocío, vestida de alba túnica de lino y coronada de rosas blancas, enlazaba su diestra con la de Yhosep de Nazareth ante el sacerdote Simeón de Betel, rodeada por los coros de viudas y de vírgenes que cantaban versículos del Cantar de los Cantares, sublime poema de amor entre almas hermanas que se encuentran en el Infinito.

ARPAS ETERNAS: INTRODUCCIÓN.

 
 
Inútil parecería un nuevo relato biográfico del gran Maestro Nazareno, después que durante diez y nueve siglos se han escrito tantos y aún siguen escribiéndose sin interrupción.
Mas, Yhasua de Nazareth, encarnación del Cristo, no es propiedad exclusiva de ninguna tendencia ideológica, sino que nos pertenece a todos los que le reconocemos como al Mensajero de la Verdad Eterna. El amor que irradió en torno suyo el genial soñador con la fraternidad humana, le creó un vasto círculo de amadores fervientes, de perseverantes discípulos, que siglo tras siglo han aportado el valioso concurso de sus investigaciones, de su interpretación basada en una lógica austera y finalmente, de las internas visiones de sus almas más o menos capaces de comprender la gran personalidad del Enviado por la Eterna Ley, como Instructor y Guía de la humanidad terrestre. Yo, como uno de tantos, aporto también mi vaso de agua al claro manantial de una vida excelsa, de la cual tanto se ha escrito y sobre la cual hubo en todos los tiempos tan grandes divergencias, que las inteligencias observadoras y analíticas han acabado por preguntarse a sí mismas: “¿Es real o mitológico, un personaje del cual se han pintado tan diferentes cuadros?” El hecho de haber muerto ajusticiado sobre un madero en cruz a causa de su doctrina, no justifica por sí solo la exaltación sobrehumana, la triunfante grandeza del Profeta Nazareno.

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