domingo, 21 de mayo de 2017

FRANCISCO DE ASÍS.- CAP. 21: LAS ADMONICIONES Y LAS REGLAS

 

Cesáreo de Espira no partió inmediatamente con sus compañeros para su misión de Alemania, porque Francisco lo retuvo consigo algún tiempo para que le ayudase en la redacción de la nueva regla. Cesáreo, por su parte, se quedó de buen grado por gozar un poco más de la compañía de su maestro, a quien temía no volver a ver en la tierra. Esta permanencia fue de unos tres meses, que Cesáreo pasó todavía en el valle de Espoleto, parte en la Porciúncula, parte en la soledad del convento de las Cárceles. Así lo afirma Jordán de Giano en dos pasajes de su Crónica: «Y viendo el bienaventurado Francisco que fray Cesáreo era docto en Sagrada Escritura, le confió el trabajo de adornar con palabras del Evangelio la Regla redactada por él con palabras sencillas. Y él lo hizo». También: «Después que hubo escogido a los hermanos para la misión de Alemania, fray Cesáreo, que era un hombre piadoso y abandonaba de mala gana al bienaventurado Francisco y a los otros santos hermanos, con la autorización del bienaventurado Francisco distribuyó a los compañeros asignados por las distintas casas de Lombardía para que esperasen allí sus instrucciones. Él mismo se entretuvo durante tres meses en el valle de Espoleto» (Crónica, 15 y 19).
Estos pasajes no nos permiten aceptar la afirmación de Lempp y otros, según la cual Francisco habría leído en el Capítulo de Pentecostés de 1221 la redacción primitiva de su regla, tal como acababa de elaborarla con la ayuda de Cesáreo de Espira. Si las cosas hubieran ocurrido así, Jordán, sin duda, habría dejado constancia de ello; en cambio, es evidente que la colaboración entre Francisco y Cesáreo no comenzó hasta después del mencionado Capítulo.
La primera regla que Francisco había escrito en Rivotorto era muy breve y sencilla, según él mismo lo dice en su Testamento y lo confirman todos los biógrafos: «Y yo hice que se escribiera en pocas palabras y sencillamente, y el señor Papa me la confirmó». En su mayor parte esta regla primitiva se componía de pasajes sacados de la Biblia, principalmente del Evangelio de San Mateo. Por eso solía llamarla Francisco forma sancti Evangelii, «forma de vida evangélica». En suma, lo que él quería era indicar a los hermanos la mejor manera de «seguir el Evangelio».
No poseemos hoy esta primera regla franciscana, y todos los esfuerzos que se han hecho para reconstituirla, aunque sutiles y numerosos, han resultado fallidos. Sin embargo, hay que convenir en que todas esas tentativas han partido de un principio verdadero, es a saber, que eso que se designa con el nombre de Regula Prima, Regla de 1221 o Regla no bulada, nos presenta incontestablemente la regla primitiva de la Orden, desfigurada, eso sí, con una muchedumbre de adiciones, modificaciones y ampliaciones posteriores.

AL ENCUENTRO CON EL MAESTRO.- LA HORA DEL VIENTO




Amanece en el desierto. La oscuridad va dejando paso a la luz del alba.
El frío de la noche se aleja, dejando una estela de rocío sobre las pocas plantas que se atreven a crecer en esta inmensidad encantada.
Un pequeño escarabajo despierta haciendo un surco bajo la arena comenzando su diaria tarea en búsqueda de alimento.
Poso mis manos sobre la fina arenisca, las lleno de ella elevándolas al cielo; abriéndolas y dejando la arena caer cual reloj sin tiempo que marcar, sus diminutas partículas se esparcen llevadas por el viento, lejos, no importa dónde.

Los primeros rayos comienzan a perderse en el horizonte, pronto el rey Sol se dejará ver en todo su esplendor.
Sumido en la contemplación del bello espectáculo de un nuevo día, único, irrepetible, unas palabras resurgen en mi corazón:
«Yo envío delante de mí a mis hermanos, allanad el camino de mi vuelta, os traigo lo que os prometí».
«Ven, conmigo ven, llegó la hora del viento».

EL ANCIANO JUAN

AL ENCUENTRO CON EL MAESTRO.- LA VOZ

 
 
Acabé cerrando los ojos sentado en un banco. Los minutos pasaban, o eso me parecía a mí.
Una música muy suave, un sonido indescriptible pero hermoso me puso el bello de punta. Me pareció que todo se movía a mi alrededor, al instante me encontré en pie… ¡frente a mi mismo!
No podía creer lo que estaba viendo, ahí estaba yo, sentado con los ojos cerrados y a la vez en pie, creía que me estaba volviendo loco. Y de pronto volví a escuchar la misma melodía, me serené sin saber cómo.
La Voz, que esta vez parecía provenir de todas partes, la volví a escuchar diciendo:
«Ya es hora que veas el ser en que te has convertido, has tardado “unos pocos milenios”, pero ha merecido la pena la espera.
Pasaste penurias, sufrimientos, también momentos alegres e inolvidables, todos ellos te fueron moldeando y han hecho, has hecho de ti quien hoy eres. Lo debes a tu esfuerzo y abnegación, los que te acompañaron y acompañaste, están muy contentos.
Hoy el cielo canta una canción, la tuya, la del ritmo de tu corazón sonando en armonía junto a miles, millones de hijos de Dios.
Hoy ha nacido un hijo del Espíritu.
¡Empieza a caminar!»
EL ANCIANO JUAN

AL ENCUENTRO CON EL MAESTRO.- EL HIJO PRÓDIGO

 
¿Cómo expresar con palabras lo inconmensurable,
compartir el gozo, el deleite,
la complacencia,
del encuentro con la divinidad inmanente?
Solo, en el silencio, escucho tu himno de alabanzas:
¡Alabados sois, porque veis el Reino en medio de la iniquidad!
¡Alabados sois, porque aun no siendo del mundo lo dais todo por
él!
¡Alabados sois, porque os creé a todos semejantes a Mí!
¡Alabados sois, hijas e hijos míos, porque allanáis el camino al
Maestro, vuestro hermano!
¡Alabados sois, hijas e hijos del Amor, en Mí vivís por siempre!
Tu fuego purificador ha sanado a la ignorancia
convirtiéndola en luminiscencia.
El rayo de tu luz señala el camino a seguir.
El encuentro celestial ya no es una quimera.
Hoy, aquí y ahora,
vives en cada uno de nosotros.
Hoy, el hijo pródigo vuelve a casa.
EL ANCIANO JUAN

AL ENCUENTRO CON EL MAESTRO: HOY AQUÍ

 
En las playas del Universo,
tras los vientos de la tarde,
en medio de la soledad te encuentro sentado junto a mí.
Me hablas de grandes propósitos,
de esperanzas.
Me dices que cuentas conmigo,
con este pequeño anciano que nada sabe hacer en este mundo,
con todos.
Sólo tengo mi tiempo
que comparto contigo y el destino,
con calma y sosiego,
inquietud y temor.
Nada poseo.
Mis manos vacías están.
No tengo sabiduría.
Sólo sé que nada sé,
mas en tus manos deposito mi pequeño espíritu
para que con él haga nuestro Padre su voluntad.
Hoy aquí, mañana no lo sé.
EL ANCIANO JUAN

AL ENCUENTRO CON EL MAESTRO del ANCIANO JUAN

 
 
El relato
de una peregrinación a través de los tiempos,
donde todo es posible,
incluso el encuentro con el Maestro
que nos espera en cualquier recodo del Camino.
Anciano Juan
La difusión de este libro
está permitida por cualquier medio de modo gratuito.
Inscrito en el Registro de la Propiedad Intelectual (España).
Tal como me fue dado así lo comparto.
El Autor
Mi eterno agradecimiento a quienes
desde ambos lados del velo
hicieron
realidad estos escritos.
Dedicado a ellos y a quienes ya no tenéis prisa.
Anciano Juan
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...