que nos ocultan el sol. Y sin embargo, es sorprendente conocer, que es el mismo sol él que produce las nubes que lo ocultan, y a través de este eterno ciclo, una y otra vez la lluvia hace germinar la tierra. Cuando lloramos y cuando reímos, las mismas lágrimas hacen que la semilla que llevamos, germine, despejándose las nubes y dejando que el sol brille en toda su plenitud, para que hora la semilla crezca.
En la búsqueda de la felicidad, nos tropezamos con aquello que
llamamos ego, una forma individualizada a la que nos apegamos
y a través de la cual se manifiesta El Amor, desde nuestro centro que es el corazón.
Deja que el corazón te guíe en este bello juego, en el cual expandiendo el ego, disipamos las nubes del yo que nos impiden ver el sol.
Solo hay que regar el jardín, la semilla crece sola; no tienes que
preocuparte por ello.
Ego
El ego comenzó en esa fina corriente a nivel supraconsciente, y según se hizo más y más denso, se hizo más y más individualizado,
constituyendo lo que llamamos personalidad humana: eso lo que llamamos el ego humano.
El hombre no posee un ego, es el ego.
Cuando quedamos inmersos en el ego, nos centramos en nosotros
mismos y comenzamos a creer que todo el mundo gira a nuestro alrededor. Creemos que somos el centro del universo y que todo el mundo nos debe prestar atención.
Dejad de estar centrados en vosotros mismos, centraos en el Ser.
Cuando una persona dice que no necesita ayuda externa, no es el verdadero yo quien lo dice, sino el ego. El ego asume la importancia de: “Yo soy todo y no hay nada más grande que yo”,
y cuando el ego piensa que es autosuficiente, no se hace ningún
progreso.
Lo verdadero, lo cierto, es que lo que asumimos como real es falso. Aceptando el principio de “mi mente condicionada es pequeña e insignificante”, según ese darse cuenta se hace realidad desarrollamos humildad y nos entregamos a un poder mayor. Dejamos de alardear de que “yo” puedo hacerlo todo y empezamos a preguntar:”¿Quién es el verdadero Hacedor?”.
Aquí es donde empieza la búsqueda y a tener realmente importancia la pregunta: “¿Quién soy yo?”
Un ego centrado en sí mismo, o el ego que se vuelve hacia sí mismo pero que no va más allá de sí mismo, queda atrapado en la red de su propio deshacer. Es como un gusano de seda que hila hasta quedar envuelto en su propia seda no puede escapar. ¿Cuál es la solución? Todas las impresiones adquiridas por lo que llamamos ego producen ataduras, lo atan a uno a un modelo de acción específica. La mente es ego y el ego está modelado. Tenemos que deshacer el modelo de la mente o deshacer el modelo del ego; no destruirlo. Si se destruye el ego, no se puede existir.
Lo que requerimos es la expansión del ego. Cuando se expande
en la forma adecuada, el ego se vuelve completamente transparente y toda la fuerza de la realidad, toda la fuerza de la luz, brilla a su través.
Hay una cualidad en nuestro interior invariable y eterna. En la
preservación de nuestro pequeño ego estamos aniquilando la
Divinidad. ¡Eso es lo que hacemos! Llegamos a olvidarnos de la Divinidad, pero sin esa Divinidad ni siquiera podemos mover
El ego no es nada más que la totalidad de las impresiones que se han juntado, no solo en esta vida, sino a través de muchas vidas.
Recordad que el ego, en sí mismo, no es malo. El ego tiene un
aspecto denso, pero tiene también un aspecto más fino. Así, aceptar el ego por él mismo, para él mismo, con él mismo, significa que utilizáis el aspecto más sutil para superar los aspectos densos del ego. El aspecto sutil del ego se puede comparar con fina tela de seda, mientras que los más densos son como la tela arpillera.
El ego no puede existir por sí mismo, no tiene luz propia; el ego toma la luz prestada, vive de gloria prestada y, por lo tanto, se engaña a sí mismo pensando que puede encontrar permanencia
en el tiempo y el espacio. Entonces, ¿qué hacemos con el ego? Os voy presentar una proposición completamente nueva: muchas filosofías os dicen: “Aniquilad el ego y cuando esté destruido brillará vuestro yo real. Destruid el pequeño yo y el grande se presentará”. Esto es una falsedad. Yo digo: no destruyáis el ego, preservarlo, y aun así encontrad aquello que carece de ego.
No podemos aniquilar el ego, es indestructible. Sin embargo, lo podemos extender como un pedazo de goma, podemos estirarlo
hasta hacerlo transparente. Cuando está contraído, es opaco y no podemos ver la luz a su través, pero cuando está suficientemente extendido, adquiere una transparencia por la que toda la luz del Reino de los Cielos interior brilla a través del yo individual. La ventana no tiene manchas y la luz brilla a través de ella con toda su fuerza. La luz es tan potente que el cristal no se nota aunque todavía existe. Viviendo como un ser individual, uno puede encontrar en su interior el Yo real, el auténtico Reino de los Cielos y, aun con las limitaciones individuales, vivir en el silencio, la paz y la felicidad del Universo.
Todos somos pequeños egos, todos somos manojos de impresiones
creadas durante muchas vidas. Tales impresiones están ahí y no pueden ser aniquiladas, son eternas, tienen que existir.
Cada pensamiento es eterno y no puede destruirse, porque las vibraciones iniciadas por un pensamiento prosiguen por toda la eternidad. Por lo tanto, lo que uno debe hacer es expandir ego.
Es la conservación del sentido del ego lo que causa toda infelicidad.
El elemento básico de consciencia es bondad; pero esa bondad
tiene factor superpuesto del ego del hombre. Cuando el ego del hombre entra, la consciencia se cubre de polvo. Las prácticas
espirituales quitan polvo.
¿Estamos preparados para arriesgar nuestro pequeño ego que
quiere que nos aferremos a vida? No hay nada malo en aferrarse a vida, porque todo es vida. ¿Pero cuál es nuestra comprensión de
la vida?... Esta es la pregunta. ¿Significa vida los condicionamientos de los cuales nuestra mente es el producto?
¿Significa vida las cosas mundanas a las que damos tanta importancia?
¿Es esto realmente vida? ¿Es eso vivir realmente?
Lo que nos ata no es otra cosa que nuestro ego. Es el ego el que tiene percepción del tiempo y el espacio, es el ego el que tiene la percepción de todos los sufrimientos. Todas nuestras acciones están dirigidas a alimentar el ego para su conservación.
El ego quiere aferrarse a la vida porque piensa que este tiempo y este espacio son permanentes. Esta es la ilusión: pensar que, al conservar el ego, uno ha encontrado el secreto de conservar el tiempo y el espacio según la propia necesidad egoísta.
Cuando uno decide ante sí mismo: yo no necesito conservar la idea de mí mismo, entonces encuentra la libertad.
Este universo no puede existir sin el ego, porque el universo mismo es un ego. Según progresas, el ego se vuelve solo una idea, una forma de pensamiento en su estado más fino. Entonces uno transciende esa forma de pensamiento y en el estado impersonal se da cuenta: ¡oh! Solo era un pensamiento”. Todo desaparece, porque entonces tú, individuo, te has fundido con lo impersonal y no queda nada del ego; porque, en primer lugar, el ego era solo un pensamiento, solo un sueño. Pero en lo relativo, tenemos una batalla con el ego y no podemos negarlo.
Por lo tanto, tenemos que aceptarlo: lo que nos puede llevar más lejos en la expansión del ego es su misma aceptación.
La palabra “Idea” contiene el “yo” (“I” en inglés), ese yo pequeño,
insignificante, como un sueño, que piensa que todo es real.
¡Ah, si el ser humano pudiese darse cuenta de que los pensamientos
de su mente son solo condicionamientos de su mente!
Para reconocer el ego, uno tiene que ir más allá de él y ser capaz de observarlo.
El ego es la suma total de la personalidad del individuo tal y como se expresa aquí y ahora.
Cuando nos olvidamos de nosotros mismos, no nos olvidamos del ego. Sabemos que mientras una persona tenga un cuerpo, siempre quedará un resto del ego. Pero nos damos cuenta de que “aunque tengamos este ego, estamos ocupados refinándolo”.
No necesitas reconocer el ego para ir más allá de él. Eso sería un proceso mental y la mente misma es ego, así el ego estaría tratando de encontrar el ego. Es como decir que verás tus propios ojos: no puedes; necesitas un espejo.
Tratamos de subyugar al pequeño “yo” de muchas maneras, en función de nuestro propio temperamento. Con la mente utilizamos la devoción y el buen proceder, esto nos ayudará hasta cierto punto. Pero si lo respaldamos con las prácticas espirituales y la meditación, el pensamiento se hará más poderoso y la devoción más fuerte y sincera.
La meditación nos enseña a separamos del ego y a visualizarlo de forma objetiva. El fluir del mundo también es algo objetivo.
Depende de nosotros, de nuestra perspectiva y de cómo lo vemos. Cuando tenemos la fuerza interior creada a través de las prácticas espirituales, vemos primero el verdadero valor del ego. Y entonces vamos más allá de las alabanzas o las condenas, del placer y el dolor.
Un individuo refleja el universo entero en su interior, pues el alma individual forma parte del alma universal. Y sin embargo, a pesar de estar hecha de consciencia, el alma individual se confunde y considera que ella misma es la totalidad de la existencia.
Se crea el ”yo”: he aquí el origen del ego. El ego es el mal uso de la consciencia pura y su limitación a una consciencia pequeña. Aun así, esta pequeña consciencia, como un holograma, puede experimentar toda la imagen.
GURURAJ ANANDA YOGI
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