por Francisco-Manuel Nácher
- ¿Qué oración me recomendarías?
- Sin ninguna duda, el Padrenuestro.
- ¿Y eso por qué?
- Porque es la oración más completa que se conoce.
Es un procedimiento científico.
Es como una fórmula algebraica, abstracta, para la defensa, el mejoramiento y la evolución de todos los vehículos del hombre; hasta el punto de que Cristo, según demuestra la Memoria de la Naturaleza, la empleó en la santa ceremonia de la Última Cena. Por eso la recomendó a Sus discípulos cuando le hicieron la misma pregunta que tú me acabas de hacer.
- ¿Y por qué es tan perfecta?
- Para responder tendría que exponerte antes la composición de
- ¿De nuestro ser?
- Sí. Nosotros somos seres compuestos y el Padrenuestro va dirigido a mejorar todos y cada uno de nuestros componentes.
Por tanto no se puede concebir nada mejor. ¿Lo comprendes?
- Sí y no. Será mejor que empieces por el principio. ¿Te parece?
- Vamos allá. Antes que nada has de hacer propia la idea de que, lo mismo que en este mundo físico en que vivimos existen los sólidos, los líquidos y los gases, de modo que los líquidos pueden interpenetrar a los sólidos y los gases pueden interpenetrar a los sólidos y a los líquidos, ese fenómeno se da en los llamados "mundos superiores", que no son sino concreciones de materia menos densa cuanto más "elevado" es el mundo de que se trate.
Es decir que, partiendo de los sólidos que conocemos, existen distintos planos, cada vez menos densos, que constituyen distintos mundos y en todos ellos existen seres que viven y evolucionan en vehículos construídos con la materia de ese mundo, lo mismo que nosotros vivimos en el cuerpo físico, construído con los materiales del mundo físico. ¿Lo ves claro?
- Sí. Está bastante claro: Existen distintos mundos que se superponen, de modo que cuanto más elevados, menos densos, ¿no?
- No exactamente. Se dice "mundos superiores" para hacer más
comprensible la idea. La realidad es que todos los mundos ocupan el mismo espacio.
- ¿El mismo espacio? ¿Y cómo es eso?
- Muy sencillo. Recurramos a nuestro mundo físico: Si tú mojas pan en agua, ¿en el pan mojado, el pan y el agua no ocuparán el mismo espacio?
- Sí.
- Y si esa agua tiene, como siempre tiene, aire disuelto, ¿no ocuparán los tres, el aire, el agua y el pan el mismo espacio?
- Sí, claro.
- Por tanto, para diferenciar cada uno de esos tres estados de la
materia de los otros dos, desde el punto de vista de su situación con relación a ellos, no tendríamos más remedio que decir que los sólidos, es decir, el pan, se sitúan debajo y, sobre él, los líquidos, o sea, el agua, que es menos densa y, sobre ella, los gases, o sea, el aire, que es aún menos denso.
Pero esa manera de exponerlo no tendría otra finalidad más que hacernos comprender la clasificación por densidades, ¿no?
- Sí. Está claro.
- Pues piensa que la materia no termina con los gases.
Hay otros estados de la materia, mucho más sutiles, que interpenetran siempre a todos los más densos.
Y es más, la vida, la energía vital, pasa siempre desde los más sutiles hacia los más densos. De modo que podría decirse, sin posibilidad de error, que cada estado de la materia o plano de vida es la cristalización del inmediatamente más sutil, del que en nuestra escala está inmediatamente por encima.
- ¿Y eso por qué?
- ¿No lo ves también en el mundo físico?. ¿Qué piensas tú que existió primero, los gases, los líquidos o los sólidos?
- Bueno, sí. Lo lógico es pensar que primero aparecieron los gases, éstos se densificaron y dieron lugar a los líquidos y luego éstos se concretaron en los sólidos.
- Pues exactamente lo mismo, aplícalo a todos los planos.
Lo cual quiere decir que para la existencia de un plano son necesarios todos los de arriba, ¿no?
- Sí. Rotundamente.
- Bien. Pues ampliando nuestro campo de estudio te diré que, por encima de los gases, y perteneciendo aún al Mundo Físico, existe una materia que se denomina éter y que se estratifica en cuatro densidades distintas.
De modo que, de bajo a arriba, el Mundo Físico se compone de Sólidos, Líquidos, Gases, Éter Químico, Éter Vital, Éter de Luz y Éter Reflector. El Éter Químico es el responsable de la asimilación y excreción; el Vital lo es de la reproducción; el de Luz hace posible el funcionamiento de los sentidos; y el Reflector contiene la memoria de todo lo que hacemos, decimos, pensamos y acaece en nuestro entorno.
Los cuatro éteres son la materia constitutiva del segundo de nuestros vehículos: El cuerpo Vital o Cuerpo Etérico.
- ¿Y por qué no lo percibimos?
- Porque no hemos desarrollado sentidos para percibir los éteres. Hay ya quienes los han desarrollado y a esas personas se las llama clarividentes etéricos.
Y te diré también que el desarrollo de la visión etérica es algo que todos los hombres tendremos algún día y algo que ya hoy poseen muchos animales.
- ¿De veras?
- Sí. Es el mundo de la electricidad, de los Rayos X, del magnetismo, de las ondas de radio y de TV, de las ondas cerebrales, etc. etc. Es el mundo del infrarrojo, que perciben las abejas, o de los ultrasonidos, que perciben los perros...
- Claro, es cierto.
- Bien. Esas siete capas o planos de materia, pues, constituyen el
Mundo Físico.
Pero sobre él existen otros mundos, cada uno de ellos constituído por siete planos, formados igualmente por materia cada vez menos densa y que interpenetra a todos los planos inferiores. ¿Lo comprendes?
- Sí. Y es alucinante.
- De modo que, donde está el pan de nuestro ejemplo anterior, no sólo estarán el agua y el aire, sino los cuatro éteres y todos los planos y mundos "superiores". ¿De acuerdo?
- Sí. Está clarísimo.
- Pues el mundo inmediatamente superior, o menos denso que el
Físico se llama Mundo del Deseo o Mundo Astral.
Encima de él, y constituído también por siete planos de distinta densidad, está el llamado Mundo del Pensamiento; encima de él, el Mundo del Espíritu de Vida; encima, el Mundo del Espíritu Divino; encima, el Mundo de los Espíritus Virginales; y encima, el denominado Mundo de Dios.
Bien entendido siempre que ese "encima" significa "menos denso" y ocupando, por tanto, el mismo espacio que el mundo inferior y que todos los inferiores a él. O, para ser exactos, cada mundo ocupa el espacio del inmediatamente inferior, ya que lo compenetra, pero excede bastante ese espacio; es decir
que, cuanto más denso es un mundo, menos espacio ocupa.
Y ello es lógico, porque cada uno, como hemos visto, es la concreción del de arriba.
¿Me sigues?
- Sí.
- ¿Y no se te hace comprensible así aquello de la "omnipresencia" de dios? ¿O lo de que los muertos y el cielo y el purgatorio están aquí, junto a nosotros, ocupando el mismo espacio que nosotros estamos ocupando? ¿O lo de que mentalmente podemos comunicarnos fácilmente con cualquiera, sin que influyan el tiempo ni la distancia?
- ¡Es verdad! Y está claro: Si todos los planos o mundos ocupan el mismo espacio y se interpenetran, todo eso que parecía imposible resulta de lo más claro y comprensible.
- Pues bien, en el Mundo del Pensamiento existe una división
especial: Los tres planos inferiores o más densos, constituyen la Región del Pensamiento Concreto; el cuarto es una especie de espejo de cuya materia está formada la mente; y los tres planos superiores forman la llamada Región del Pensamiento Abstracto, pero también se llama Mundo del Espíritu Humano.
- ¿Y la mente qué es?
- La mente es como una lente o un espejo que refleja los planos
inferiores a ella en los planos superiores, que asimilan así lo que ocurre "debajo", y refleja también lo que ocurre en los mundos superiores, en los planos inferiores. Es, por decirlo así, el eslabón entre lo material y lo espiritual. ¿Te vale?
- Sí. Hasta ahora está claro.
- Pues empecemos a entrar en el fondo del asunto.
- Vamos allá.
- Nuestro Dios, el Creador de nuestro sistema planetario, está situado en el Mundo de Dios, es decir, en el plano superior de los siete, el menos denso y que los interpenetra a todos.
- Un momento, ¿has dicho el Creador de nuestro sistema solar?
- Sí. Porque por encima de este conjunto de siete mundos que hemos descrito y que constituyen, los siete juntos, el que se denomina Séptimo Plano Cósmico, existen seis planos cósmicos más, cada uno de ellos constituído, a su vez, por siete mundos, formados cada uno por siete planos. Y siempre constituídos por materia cada vez menos densa y que interpenetra a todas las más densas de los planos inferiores. ¿Comprendes?
- Sí. Comprendo. Pero entonces, ¿Quién es el creador de todos los seres, planos y mundos?
- El llamado Ser Supremo, que mora en el primer plano o mundo, o sea, el más elevado, del primer plano cósmico, el superior.
- ¿Y por encima de Él?
- Por encima del Ser Supremo, causa y origen de todo lo manifestado, sólo está el que se denomina El Absoluto, es decir, lo anterior a toda manifestación, a toda existencia, algo que nos resulta mucho más imposible de concebir a nosotros que a nuestro perro el comprender cómo podemos ser capaces de, con una presión de un dedo, hacer que aparezcan en la pantalla del televisor imágenes de sucesos remotos. Pero éste no es el objeto de nuestra charla. Volvamos a nuestro plano cósmico, el séptimo, y continuemos su estudio.
- De acuerdo, volvamos.
- Bien. Nuestro Dios, he dicho, mora en el Mundo de Dios, el primer mundo de nuestro séptimo plano cósmico.
Pero se manifiesta en tres aspectos, por cierto, reflejando los tres aspectos en que se manifiesta a su vez el Ser Supremo en el primer mundo del primer plano Cósmico.
Y esos tres aspectos, cada uno de ellos operativo en distinto plano del Mundo de Dios, son:
El Padre, que se manifiesta como Voluntad; el Hijo, que se
Pero se manifiesta en tres aspectos, por cierto, reflejando los tres aspectos en que se manifiesta a su vez el Ser Supremo en el primer mundo del primer plano Cósmico.
Y esos tres aspectos, cada uno de ellos operativo en distinto plano del Mundo de Dios, son:
El Padre, que se manifiesta como Voluntad; el Hijo, que se
manifiesta como Amor-Sabiduría; y el Espíritu Santo, que se manifiesta como Actividad Inteligente.
- Es impresionante.
- Nosotros somos una especie de semilla de Dios, un Espíritu
Virginal, emanado dentro de Dios en el mundo denominado de los Espíritus Virginales, el segundo de nuestro plano cósmico. Este espíritu nuestro o mónada, a su vez, se manifiesta también de modo trino, como el Dios a cuya semejanza está constituído. Y para esa manifestación, proyecta uno de sus aspectos, el Espíritu Divino, al mundo de la misma denominación y tercero de nuestro plano cósmico; luego proyecta su segundo aspecto, el Espíritu de Vida, al mundo que así se llama, que es el cuarto; y, por último, proyecta su tercer aspecto o Espíritu Humano, a la Región del Pensamiento Abstracto del Mundo del Pensamiento.
- ¡Caramba! Somos complicados, ¿no?
- Sí. Pero sólo somos un duplicado de nuestro Dios del que, como te he dicho, formamos parte.
O sea, y recapitulando, que nuestro Espíritu se manifiesta en tres Mundos distintos mediante tres Espíritus que, juntos, constituyen lo que ordinariamente se llama el Ego o el Yo Superior.
O sea, y recapitulando, que nuestro Espíritu se manifiesta en tres Mundos distintos mediante tres Espíritus que, juntos, constituyen lo que ordinariamente se llama el Ego o el Yo Superior.
- Sí, está claro.
- Pero, como te he dicho, sólo somos un reflejo, una manifestación, un centro de conciencia de Dios y, por tanto, cada uno de nuestros tres Espíritus no es sino reflejo de uno de los tres aspectos de Dios:
Nuestro Espíritu Divino tiene su origen en el aspecto Padre de la Divinidad; el Espíritu de Vida, en el aspecto Hijo; y el Espíritu Humano, en el aspecto Espíritu Santo. De modo que cada uno de nuestros tres Espíritus mantiene una conexión especial con el aspecto de Dios del es reflejo.
Nuestro Espíritu Divino tiene su origen en el aspecto Padre de la Divinidad; el Espíritu de Vida, en el aspecto Hijo; y el Espíritu Humano, en el aspecto Espíritu Santo. De modo que cada uno de nuestros tres Espíritus mantiene una conexión especial con el aspecto de Dios del es reflejo.
- Es lógico.
- Bien. Sigamos. Te he dicho antes que la mente actúa como un
espejo que refleja lo de arriba, abajo y lo de bajo, arriba.
- Sí, lo recuerdo.
- Pues bien: El Espíritu Divino, la parte más elevada de nuestra tríada espiritual, se manifiesta o refleja en el cuerpo físico, que actúa en el mundo físico; el Espíritu de Vida, en el cuerpo vital o etérico, situado en esos cuatro planos constituídos por éter; y el Espíritu Humano, se refleja en el cuerpo de Deseos, situado en el Mundo del Deseo.
Y, por tanto, cada uno de esos vehículos, cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo de deseos, mantiene en todo momento una conexión especial con el espíritu de que trae origen: Divino, de Vida o Humano. ¿Está claro?
Y, por tanto, cada uno de esos vehículos, cuerpo físico, cuerpo etérico y cuerpo de deseos, mantiene en todo momento una conexión especial con el espíritu de que trae origen: Divino, de Vida o Humano. ¿Está claro?
- Sí.
- Te aclararé aún que, así como el cuerpo físico nos sirve para actuar, el cuerpo etérico es el que nos permite mover el cuerpo físico y hacer que viva y se alimente y perciba sensaciones y se reproduzca, hasta el punto de que cuando el cuerpo vital abandona el cuerpo físico y sale de él, se produce lo que llamamos muerte y el cuerpo físico queda convertido en lo
que es, una estatua de materia física, totalmente incapaz de movimiento y de sensación y de vida y a merced de los elementos para ser desintegrada.
El cuerpo de deseos es el que usamos cuando experimentamos deseos, sentimientos o emociones que, transmitidas, vía cuerpo etérico, al cerebro físico, nos harán actuar. Y el cuerpo mental o mente es el vehículo que empleamos para pensar, para crear conceptos, ideas, juicios, razonamientos que, al pasar por el cuerpo de deseos activan éstos y siguen la ruta antes indicada hasta el cuerpo físico.
- Está muy claro. Y parece tan lógico...
- Pues, llegados aquí, ya estamos en condiciones de comentar el
contenido y aclarar la efectividad y sabiduría del Padrenuestro.
- Estoy verdaderamente intrigado.
- Es para estarlo. Vamos a ir diseccionándolo para su mejor
comprensión.
- De acuerdo.
- Comienza con una fórmula de adoración: "Padre nuestro que estás en el cielo". Y la adoración, a diferencia de otros medios de "aproximación" a la divinidad, como la concentración, la meditación y la contemplación, supone la elevación del espíritu directamente hasta Dios, sin intermediarios. Si, al pronunciar esta frase, uno se concentra y pone su deseo en alcanzar ese Primer Plano o Mundo de Dios, notará cómo su plegaria llega a su destino y recibirá inmediatamente una descarga de amor, de plenitud, de confianza. Y ello obedeciendo a una ley cósmica según la cual, cualquier petición de un plano determinado a otro superior, es respondido inmediatamente mediante una efusión de energía vitalizante y de ayuda. Con esa frase, pues, nos hemos puesto a vibrar sincronizados nada menos que con nuestro propio Creador. Esta primera frase del Padrenuestro equivale, pues al destinatario que se escribe en un sobre: "A Dios".
- Es maravilloso.
- Una vez postrados ante el trono de Dios, nuestros tres espíritus se dirigen a sus respectivos orígenes, elevando así sus particulares vibraciones para sintonizarse con ellos. Y así, el Espíritu Humano dice:
"Santificado sea Tu nombre"; el Espíritu de Vida añade: "Venga a nosotros Tu reino"; y el Espíritu Divino añade: "Hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo".
Con ello tenemos completamente sintonizados con el Creador a la mónada y a los tres espíritus.
Con ello tenemos completamente sintonizados con el Creador a la mónada y a los tres espíritus.
- Es impresionante.
- Sí, pero aún no ha terminado la maravilla. Ahora, cada uno de los tres espíritus pide al aspecto de la divinidad del que trae origen, una vez sintonizado con Él, ayuda para el vehículo inferior que es fiel reflejo suyo, de modo que la bendición del Creador llegue hasta los más recónditos rincones de nuestro ser. Y el Espíritu Divino pide al Padre por su doble el cuerpo físico diciendo: "Danos hoy nuestro pan de cada día".
Pide, pues, lo necesario para mantener el cuerpo físico.
El Espíritu de Vida se dirige al Hijo, Cristo, en demanda de ayuda para su reflejo inferior, el cuerpo vital, diciendo: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Recuerda, a estos efectos, que el cuerpo vital, en su éter reflector, contiene la memoria de todos nuestros hechos y vicisitudes.
Pide, pues, lo necesario para mantener el cuerpo físico.
El Espíritu de Vida se dirige al Hijo, Cristo, en demanda de ayuda para su reflejo inferior, el cuerpo vital, diciendo: "Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden". Recuerda, a estos efectos, que el cuerpo vital, en su éter reflector, contiene la memoria de todos nuestros hechos y vicisitudes.
- ¡Que sublime es todo esto!
- ¿Vas comprendiendo la maravilla que se encierra en esta oración?
Bien. A continuación el Espíritu Humano pide igualmente ayuda para su vehículo inferior el cuerpo de deseos.
Y, como el cuerpo de deseos es el causante siempre de nuestras caídas y errores porque tiende a dominar la mente, y los deseos sin el freno de la mente, tienden siempre a la propia satisfacción en perjuicio de otros o de nosotros mismos, dice: "No nos dejes caer en la tentación".
Y, como el cuerpo de deseos es el causante siempre de nuestras caídas y errores porque tiende a dominar la mente, y los deseos sin el freno de la mente, tienden siempre a la propia satisfacción en perjuicio de otros o de nosotros mismos, dice: "No nos dejes caer en la tentación".
- Es perfecto.
- Puestos, pues, los tres vehículos inferiores en sintonía con el
Creador, los tres espíritus, al unísono, formulan su súplica por el último vehículo adquirido por el hombre, la mente, para que no se doblegue al cuerpo de deseos, sino que se le imponga, y dicen: "Líbranos del mal", porque, si la mente está sometida a los deseos, discurre siempre para el mal. Concluída la oración, aún se termina con la palabra Amén, que es un símbolo de la amalgama que la Humanidad ha de lograr de los cuatro elementos que entran en la constitución de la naturaleza y, por lo tanto, del hombre: El Fuego, el Aire, el Agua y la Tierra. Con ello, pues, si el Padrenuestro se reza con devoción, con fe y sabiendo lo que se hace, la ayuda que produce es inenarrable. Por eso Cristo dijo que no hacía falta que pidamos nada al Padre, pues Él ya sabe lo que nos hace falta, pero que si queremos rezar lo hagamos con el Padrenuestro.
- Comprendo ahora lo que ni hubiera soñado nunca. Hay una
sabiduría inmensa en esta oración.
- Sí. Es el mantra por excelencia para los cristianos.
Y para los no cristianos, por supuesto.
Pero no quiero que creas, como muchos, que es una invención de Cristo en el momento de aconsejarla. Él nunca se atribuyó ese mérito. Lo que ocurre es que Jesús era esenio y se crió entre esenios y éstos conocían el Padrenuestro.
La prueba es que figura, entre otras cosas, en los papiros de Qumram, hallados hace unos años junto al Mar Muerto, y que pertenecieron a una comunidad esenia. Y aún parece que no era desconocido para los sacerdotes del antiguo Egipto. Lo cual demuestra la profundidad de los conocimientos de algunos pueblos. Pero hay más. Mucho más:
Y para los no cristianos, por supuesto.
Pero no quiero que creas, como muchos, que es una invención de Cristo en el momento de aconsejarla. Él nunca se atribuyó ese mérito. Lo que ocurre es que Jesús era esenio y se crió entre esenios y éstos conocían el Padrenuestro.
La prueba es que figura, entre otras cosas, en los papiros de Qumram, hallados hace unos años junto al Mar Muerto, y que pertenecieron a una comunidad esenia. Y aún parece que no era desconocido para los sacerdotes del antiguo Egipto. Lo cual demuestra la profundidad de los conocimientos de algunos pueblos. Pero hay más. Mucho más:
- ¿Qué más se podría decir?
- El Padrenuestro es una oración, como hemos dicho. Y no cabe duda de su valor y su efectividad. Pero es, también un mantra, como dice Corinne Heline en su obra “El misterio de los Cristos”. Y un mantra es un sonido, una fórmula de poder, una vibración destinada, como todas, a producir un efecto, pero un efecto calculado previamente.
- ¿Y cómo es ese cálculo?
- Ese cálculo previo se lleva a cabo mediante la creación de una
forma mental, lo más definida posible, y un esfuerzo de voluntad para que se realice, seguidos ambos por la emisión de la palabra creadora, o sea, del sonido, lo que llamamos “rezar en voz alta” o, aunque sea musitando, pero emitiendo vibración física. Con lo cual, la oración inicial, que había pasado a ser un mantra, si se observa fielmente el proceso, en base a nuestro propia capacidad creadora, se convierte en una invocación y produce el efecto visualizado y deseado.
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