martes, 9 de enero de 2018

POR EL ESPÍRITU DEL SOL.- CAP.4: ¡"VUESTROS PENSAMIENTOS OS CONSTRUYEN"!


Hama - viernes 21 de Julio 
«Un poco de paz en vuestros cuerpos, un poco de serenidad en vuestro centro... y ahora la quietud de vuestra conciencia. Hay que lavar la morada, amigos míos, habitación por habitación, piso por piso. No he vuelto entre vosotros para echar un poco de cal sobre paredes cubiertas de polvo, y cuyas escayolas y enyesados se desmoronan. He vuelto a vuestro lado para picar las piedras que constituyen vuestro "hogar", vuestro ser; he venido para lavarlas con agua clara y no para añadirles un nuevo enlucido o recubrirlas con otro barniz. Hoy en día, ha llegado la hora de admitir que ya no necesitáis barniz.

Es cierto que el barniz protege... pero para qué, si os propongo no ser atacados nunca más. También es cierto que el barniz confiere cierto brillo, pero ese brillo es una corteza que se descascarilla e impide respirar.
No. He venido a mostraros el resplandor de vuestra propia esencia, a ayudaros a libraros de todo lo que no forma parte de vuestra esencia.

El mundo no debe contemplar al artífice de un nuevo dogma. El dogma es un universo hermético donde la conciencia respira en un circuito cerrado, es un universo que se vuelve pesado con el paso de las eras, ya que se aplica a sus murallas capa de enlucido tras capa con el fin de ocultar sus inevitables grietas. Pero hoy os
propongo despejar el terreno en vuestro interior y obrar por la transparencia absoluta. La autenticidad será siempre la mayor de las bellezas que un alma puede esperar desplegar. La autenticidad es la simplicidad, y la simplicidad se llama amor. Para encontrar su camino, hay que aceptar consultar el mapa de los itinerarios ya
seguidos. Miradlos: ¿veis qué tortuosos han sido hasta ahora?

Habéis serpenteado por una especie de garganta entre las colinas inestables de vuestros reflejos animales y las cumbres protectoras de vuestras ideas.
Y, sin embargo, en todos los tiempos, el camino de las cimas está abierto ante vosotros; se lo llama también el camino de las crestas porque se ha trazado por sí mismo en vuestra propia cumbre.
Os he hablado, amigos, de las tierras ilusorias de las emociones; tengo pues que ofreceros enseñanzas sobre las tierras no menos viscosas y atormentadas de las "ideas", y después también sobre las que el pensamiento se ha atribuido. En verdad, el mundo de las ideas en el que os movéis sólo muy rara vez es vuestro. Os apropiáis la paternidad de sus picos atractivos y de sus miradores dominantes sin daros cuenta de que, con gran frecuencia, sólo sois sus inquilinos momentáneos y engañados.


A las ideas que adoptáis las llamo simplemente vuestras creencias y, os lo digo en nombre de mi Padre y de todos mis Hermanos que ayudan a vuestro planeta en su maduración, toda creencia lleva en sí el embrión de un error, de un callejón sin salida. Dejad de incrustar en vosotros mismos el mecanismo de la creencia.
Comprended que la creencia es una manifestación de la conciencia que se deja sumergir por una energía arbitraria e inestable porque no es fruto de la personalidad en la que se desarrolla.
Si preguntáis a la humanidad por qué motivo cree en la realidad de Dios, la mayor parte de los hombres y mujeres que la componen os darán respuestas tan imprecisas que veréis que, de hecho, haría falta muy poca cosa para que esa misma creencia se desequilibrara y se cayera en pedazos. La mayoría de vosotros, hombres de la Tierra, creéis en una cosa, en una fuerza, porque vuestro padre, porque vuestra madre os han educado en tal vía y no en tal otra, porque vuestra civilización, vuestro contexto de vida personal han moldeado ingeniosamente modelos de la existencia arbitrarios erigidos en verdades absolutas.

 
Así pues, os lo pregunto: ¿sobre qué fuerza se ha basado vuestra vida? ¿Sobre una fuerza interior alimentada lentamente por vuestras propias experiencias, o sobre el credo de algunos que digieren por anticipado para vosotros lo que estiman conveniente dar?
Por lo tanto, os pido que hagáis tabla rasa de cualquier creencia, de toda ideología, de todo pensamiento que no haya nacido de vosotros. Y con estas pocas palabras declaro un estado de emergencia.
No veáis en esta actitud el rechazo de la opinión de los demás, ni de la relación de confianza que será uno de los cimientos del mundo venidero. Simplemente, ved en vosotros la necesidad de instalar una zona neutra frente a la suma fabulosa de ideas y de creencias que han anclado en vuestra conciencia sin ayuda de vuestro corazón, de vuestra razón y de vuestras vivencias.
Comprendedme bien, amigos: no se trata de cultivar la duda y de convertirla así en piedra angular de una especie de filosofía. La duda sólo es una toma de posición del intelecto. En cuanto a mí, os pido que celebréis la fusión de la simple lógica y del corazón verdadero.
Os pido que descontaminéis lo que llamáis vuestra mente y que es la parte razonadora de vuestro ser, la que cree saber, o al menos ser capaz de juzgar y de pensar.
Vuestra mente está dotada de un cuerpo de energía, al igual que en vuestro universo emocional se ha constituido uno. No es "vuestra conciencia", sino una parte de ella a través de la cual ésta se manifiesta inteligentemente mediante opiniones que bosqueja o a las que se adhiere. 

Vuestra mente es el generador de vuestros pensamientos, lo cual os convierte en el ser social que se considera adulto, razonable y autónomo.
También es ella quien os conmina a amar o no amar, con ayuda de una legión de argumentos preestablecidos.
Es la espada que, en vosotros, juzga cualquier nadería, la fuerza que pretende separar lo bueno de lo malo, el grano de la cizaña, lo verdadero de lo falso.
Y, sin embargo, nadie debe ver en sí mismo al hermano enemigo que tal vez imaginéis ya. Vuestra mente reside en una parte de vuestra morada que no pide sino ser lavada con agua viva. La humanidad ha convertido el fiel de la balanza en un dardo acerado y lo ha vuelto contra sí misma.
Todo instrumento de medida debe seguir siéndolo, libre de toda presión externa, y no deformable al gusto de su propietario. Os ha sido dado a fin de ampliar el campo de comprensión de vuestro corazón, a fin de que éste tenga voluntad y manos para construir.
Dejad pues de convertirlo en instrumento de separación, en una especie de tirano tuerto o con anteojeras.
¿Cuántos hombres que hacen alarde de ser fuertes y libres por la índole de sus pensamientos y de sus ideas, en realidad no son sino marionetas de unas influencias y energías hábiles que los manipulan sin que lo sepan?

En verdad, una parte inmensa de la humanidad aún sigue así. La Vía de Retorno se puede iniciar desde ahora en todos vosotros, en los que tenéis sed de disolver ese proceso. Por ello, amigos, hermanos, os propongo sencillamente vivir; no vivir a través de otros, no seguir imitando la vida adoptando viejas máscaras, sino respirar plenamente por vuestro mismo corazón.
Sed vosotros mismos y no aquellos que la sociedad quisiera que fuerais; dejad de vivir sólo por y para la mirada de los demás. En verdad, vosotros sois los únicos que la volvéis inquisidora y condicionante. Pensar como os lo pido, es ante todo manifestar la fuerza de vuestro corazón, que es fuerza de amor. Ésta es a la vez
inteligencia, razón y sensibilidad, eternamente. No creáis que vuestro corazón reside en uno u otro de vuestros cuerpos; su lugar está en todas partes. Está en la mirada que se desarrolla en la yema de vuestros dedos tanto como en la neurona que desempeña silenciosamente su función. No se opone a nada... ya que es la
esencia que regula la vida.



Se ha convenido en decir que "sois" desde el momento en que "pensáis", pero ¿sabéis qué significa "ser" y "pensar"?
Ser no es afirmarse dominando, zanjando ni ordenando el mundo. Ser quiere decir en primer lugar fundirse con la vida, comprender que cada uno de nuestros cuerpos es en verdad una célula del cuerpo del Eterno; es, en fin, sentir en sí el potencial del sol entero y poner todo en obra para revelarlo. Ser, es amar. ¿Cómo puede
parecer tan difícil?
Y ahora, amigos, ¿qué es pensar?
Con este acto no se trata indudablemente de inventar la vida ni de inventarse a sí mismo. El verdadero pensamiento no se esfuerza de forma narcisista en trazar planes para demostrarse a sí mismo su propia potencia, ya que, en verdad, todo preexiste y sólo espera a ser sacado a la luz.
El verdadero pensamiento, os lo afirmo, residirá invariablemente en lo que, en vuestro centro absoluto, "reflexiona", es decir, refleja la luz, se convierte en su heraldo y su fiel testigo.
Como veis, pensar es ajustarse íntegramente al fantástico plan de amor presente en cada uno. Esta afirmación no supone ninguna limitación, ya que en ella está contenida la totalidad de lo concebible, y más aún.
Pensar, finalmente, es también y sobre todo detener la carrera de nuestro orgullo. Sabed que lo que captáis de vuestro ser, de vuestro pensamiento, no es más que su reflejo deformado y reducido.
El filtro que todo lo usurpa en cada uno de vosotros es esa fuerza que separa y dice "yo". Vosotros, hermanos míos, sois también "los otros", la Creación. ¡Vuestro verdadero pensamiento, el que llamo a
despertar en vosotros, es el de mi Padre!
No os rebeléis contra los hombres en quienes veis a los principales artífices del condicionamiento de las conciencias. Hay aún algunos de vosotros que experimentan la ceguera. Mejor cerrad la puerta a la falta de voluntad, a todo lo que es debilidad y que os sume en un río de inconsecuencia. Desde luego, no es la rebeldía física, emocional o mental la que os sacará de vuestra celda, sino vuestra actitud distanciada ante las energías usurpadoras. Os lo digo: hoy en día no hay peor prisionero que aquel cuyos pensamientos, cuyos
ojos, cuyas palabras se dejan moldear pacientemente por los medios de comunicación.



El pensamiento que espera su hora en vuestro corazón es luz en formación. El pseudo-pensamiento que sigue moldeando y fundamentando vuestro mundo se llama in-formación y de-formación. Quitaos simplemente la cadena que os ata a ella. Así daréis un gran paso hacia mi principio, hacia el intérprete de vuestro corazón.
Con ello, no os pido que os desentendáis de las cosas de este mundo que os llama más que nunca a la acción. Os pido que reconsideréis el pensamiento y el acto. El acto no es nunca asunto de una persona, ya que ésta no hace sino obedecer. El consejo es sencillo: ¡liberaos!
Ya no es hora de ejecución, sino de realización, es decir, de despliegue de lo real. Hasta ahora, en vosotros sólo estaba presente el ejecutor de designios demasiado humanos. En adelante, la forma de Aquel que viene os llama a todos a convertiros en realizadores del designio más que humano que mi Padre ha puesto en cada uno de vosotros. Que vuestra voluntad, bien centrada, afianzada en el amor, se abandone a Su propia voluntad. Así pues, pensar es atreverse a querer sin desear, es emprender sabiendo que la cosecha está ya en plena germinación.
Pensar, querer, no significa tensar la personalidad hasta el extremo, sino dejar que se exprese lo que irradia más allá de la personalidad. La liberación de condicionamientos de vuestro pensamiento, amigos míos, pasará pues por una suave pero firme voluntad de relajación de vuestro ser. La historia de vuestra liberación es la del aprendizaje de la relajación del alma, porque vuestra trampa se cierra un poco más cada vez que os alejáis demasiado de lo que sois. 


Vuestros pensamientos os construyen. Son también las piedras de este mundo y el cemento que da fuerza o perfidia a vuestros gobernantes.
Purificadlos en cada instante de la vida, a fin de que una luz de cristal penetre un poco más hasta en el menor átomo de la Tierra. Purificadlos, lavadlos de toda suciedad como un buscador de oro lavaría pacientemente sus pepitas en la corriente de un río.
Lo que fluye en vosotros, estad convencidos de ello, es bello por esencia. La fealdad que veis en ello, y en la que a veces os sumergís, es ajena a vuestra naturaleza. Por lo tanto, no os cristalicéis en sus manifestaciones más bajas. Relajaos y miradlas pasar como parásitos que van a quedarse sin aliento porque habéis decidido dejar de alimentarlos.
No sabéis cómo hacerlo, amigos, pero ¿acaso habéis pensado siquiera en pedirlo? "Pedid y se os dará", se ha escrito. Para pedir, admitid sin embargo que es necesario llamar a la puerta adecuada, la que lleva el nombre de confianza. No se llama a la puerta de mi Padre "para ver si funciona". Se llama a su puerta porque se sabe, en el fondo del corazón, que se nos acoge en ella y que, en algún lugar, poseemos ya la llave de la Casa.


Como ya habéis comprendido, para pedir hace falta que ese bloque de granito al que llamamos la mente haya redescubierto el sentido de la humildad. Muchos de vosotros siguen teniendo en el fondo de sí mismos una visión falsa de esta noción.
Las iglesias han descrito la humildad, que es una de las joyas de mi hermano Cristo, de tal modo que, para la mayoría, se ha convertido en la virtud de los débiles, de los que temen levantar la cabeza y aceptan todos los golpes. Nada más erróneo. Debéis saber que son las consideraciones demasiado humanas de ciertos Padres de la Iglesia las que han sentado las bases de esa óptica en el seno de vuestra civilización.
Su apetito de poder, a veces inconsciente, sacaba provecho de ello. No se trata de tirarles la piedra, sino de admitir que la inmensa mayoría de ellos no eran sino simples hombres, sin duda rebosantes de erudición, y aun así todavía recubiertos de escamas.
Al tomar prestado mi cuerpo, mi hermano Cristo conocía esos riesgos, sabía demasiado bien que el Sol que revelaba con sus pasos estaba muy alto en el cielo. Sabía que obraba en el mundo de los Peces, también ellos recubiertos de escamas, tanto simbólicamente como de hecho. Por lo tanto, no cabe sentirse decepcionado porque una noción fundamental, en este caso la de la humildad, haya sido tan contaminada por la mente de los hombres. Sólo hay que apresurarse a restituirla en verdad ante los que quieren escuchar, ya
que el Pez que ha ofrecido su sustancia, ahora se fluidifica. Se convierte en Bebida en la copa del Vertedor de Agua...
Así pues, que el mundo sepa al fin que la humildad es la luz de los corazones fuertes, ya que es verdaderamente fuerte aquel que no recela del silencio y del trabajo subterráneo, aquel que no teme el golpe que se le quiere asestar, y que no alimenta rencor hacia el ser cuya dureza sólo demuestra que no ha comprendido, y que es él quien sufre en verdad.



La auténtica humildad, por su naturaleza, está encaminada a que el humillado se levante. Vedla como un cetro, un haz puro de luz que florece en los ojos de aquellos que han aceptado recibir y pueden realmente empezar a dar.
Humildad significa simplicidad. El corazón humilde teje con esta simplicidad un vestido radiante, todo nobleza, que hace que no sienta más temor al dirigirse a los príncipes que a los hombres del pueblo. En cada uno percibe ante todo el Ser, y eso basta para ofrecerle su dignidad. La humildad, amigos míos, no es dejarse
flagelar sin decir palabra, ni hacerse despojar sin reaccionar. Todo eso, en ciertos casos, puede ser debilidad disfrazada con las galas de la sabiduría.
La humildad no significa sentirse "por debajo" del otro, sino ver en el otro a un ser al que hay que amar, como a un igual, a pesar de todo, un ser que se presenta también como una parte de nosotros mismos y que tal vez se busca de una forma distinta de la nuestra.
Cada hombre parte en búsqueda de sí mismo a través de cada hombre. La vida le devuelve miles de facetas de sí mismo, que no debe temer ni admirar orgullosamente, sino que simplemente deben devolverlo a su legítimo lugar: un simple puntito suspendido en la Luz y que se funde con ella.
¿Vuestra mente es capaz de concebir todo esto? Más valdría que no pudiera y que vivierais esta realidad.
La sencillez resulta de despojarse del poder mental y establecer un pacto definitivo con el amor. A imagen de este amor al que mi Padre llama, la sencillez no es un don, ya que se siembra, se cultiva y se alimenta. ¿Qué creéis que aprende el corazón de esos miles de millones de hombres y mujeres que obran a diario en el anonimato? Hay lecciones que sólo se asimilan lentamente, a la escala del tiempo humano, y éste es el caso de la sencillez, que es capital.



Por lo tanto, amigos míos, aprended a desbrozar incansablemente el cuerpo de vuestra conciencia. En ese huerto interior crecen sin cesar hierbajos o espinos.
Sobre todo, que no os asusten: ¡la cosecha será tan bella al final de la estación! La estación actual es la adolescencia de vuestra humanidad...


Hay quienes escardan su huerto con rabia, echando pestes contra la grama y la calidad de su tierra, y también hay otros que durante ese tiempo intentan comprender el porqué de la aparición de ciertas hierbas, la particularidad del suelo y los medios para mejorarlo. Si queréis escuchar a Aquel que viene, deberéis ser de estos últimos, esos observadores pacientes y esos artesanos infatigables. La paciencia y el valor no escasean en cuanto se ha comprendido la belleza de la cosecha antes de que se produzca, y también la grandeza de los millares de gestos insignificantes por los que va a nacer.
Escuchad también esto, hermanos de la Tierra: en verdad, en vuestro huerto no hay malas hierbas; sólo hay manifestaciones de vida que os obligan a trabajar de tal o cual manera para poner a prueba y fortalecer tal o cual músculo, hacer florecer tal o cual reflexión. No olvidéis que se escarda de rodillas... Eso requiere
únicamente que descendamos de nuestra propia altura, que no es la misma para todos, debido a una especie de genética... ¡Una vieja historia!
Las manos que se mezclan con el suelo y aceptan hurgar en él se parecen a las manos que se alzan hacia los astros centelleantes. ¿Acaso éstos no son también de tierra, de arena y de roca?
¿Habéis observado que vuestra palabra "suelo" está contenida por entero en la palabra "Sol"?  En verdad, nunca hay diferencia para aquel que sabe ver la Luz y el Fuego de la Vida en todas las cosas.
Desbrozad pues ahora la selva de vuestros pensamientos, y percibiréis mejor en ella el hermoso huerto de vuestra conciencia. Y, cuanto más avancéis en la tarea, más os daréis cuenta de que ese huerto era en realidad un campo, un campo cuyos límites retroceden sin cesar, al infinito. Las semillas que habéis plantado
en él son los hijos de los frutos que habéis cosechado en otras épocas, en esta Tierra en primer lugar, pero también en otras. Han germinado y crecen ya bajo el sol, estad seguros de ello, aunque os parezcan muy débiles. La mejor forma de ayudarlas a crecer es trabajar la tierra a sus pies, y darles así el amor y el aire que
reclaman. Esto es tan importante como afanaros en desterrar la cizaña. No se da fuerza viva, amor verdadero a una planta odiando a sus vecinas; así lo único que se logra es añadir un abono ficticio, una energía de un día.



Asimismo, en el campo inmenso de vuestra alma, hay lo que llamáis buenos y malos pensamientos.
Encarnizaos con desprecio contra los malos pensamientos, e infaliblemente sus raíces ahondarán aún más en vosotros, pues el odio o el desprecio también pueden generar una especie de alimento. Por el contrario, concentrad vuestra atención principal en lo bello que hay en vosotros en el mundo del pensamiento, y, así, ese mundo se pondrá a crecer. Y entonces, amigos, el espacio vital del "resto" irá disminuyendo y acabará apagándose por sí solo, subyugado por la fuerza de la Verdad.
Más allá de las trampas, está lo bello, está la sabiduría, está la fuerza pura en la naturaleza de la mente, en la conciencia de cada uno de vosotros. Darse cuenta sencillamente de ello no es demostrar orgullo. Negarlo sería negar la presencia divina en el hombre.
Vuestros pensamientos forman un mundo del que sois creadores. El conjunto de los pensamientos humanos crea pues un verdadero universo equiparable en todo punto a una galaxia, con sus soles, sus
planetas, sus astros muertos, sus cometas, sus polvos estelares y esa especie de vacío que en realidad no es tal...Vuestro corazón late en medio de todo eso, cada segundo, antes aún de vivir bajo la bóveda celeste. Sois los creadores del más cercano de los mundos en los que evolucionáis; os lo repito porque lo sabéis sin comprender sus efectos. Los primeros residuos, los primeros contaminantes de esta Tierra son de índole psíquica, y ahora no podríais avanzar haciendo caso omiso de ellos y sin ponerles remedio.



Un pensamiento se desplaza, igual que una nota, sobre una longitud de onda a partir de la central energética que representa vuestra conciencia mental. Resulta absolutamente necesario comprender que ese pensamiento, esa nota, está realmente dotado de un cuerpo, es decir de un potencial de acción primero etérico y, finalmente, por repercusión, perfectamente concreto.
Por la índole de su actividad psíquica, hasta ahora la humanidad terrestre ha emitido notas, y después gamas completas, cuya frecuencia vibratorio es baja. Por lo tanto, ha contribuido a densificar este mundo y a concebir punto por punto vuestras cosechas actuales... e incluso la idea de "limitación".
Sabed que, al principio de los Tiempos concebibles, vosotros también habéis sido simples "formas pensamiento" surgidas de la conciencia del Padre. Él las creó -Él os creó- bellas y perfectas en esencia, análogas en todo punto a Él, y por esa misma analogía os habéis convertido en creadores, en "padres". En el aprendizaje de la libertad de creación, de "perfectos" habéis pasado a dar hoy la imagen de "imperfectos". 


La idea de perfección lo abarca todo, incluida la posibilidad de "elección", incluida la propia noción de infinita perfectibilidad.
Para concebir y engendrar la mayor pureza, la creación más luminosa, es necesario haber experimentado la confusión. Ésta predispone en cada ser los hilos con los cuales un día -pero ¿por qué no ahora?- se tejerá el manto de compasión. El único escollo, amigos, es hundirse en la confusión, en la que algunos imaginan
encontrar cierto sabor. Este escollo es la razón por la cual mis hermanos en Cristo y yo mismo, de este mundo y de otros, volvemos sin cesar a estimular vuestra memoria profunda..., ¡el gran poder de Amor que tenéis que alumbrar al fin!
Estáis enfermos, decís; vuestra conciencia está enferma por sus pensamientos y contamina todo lo que toca... Empezad entonces por dejar de afirmar que estáis enfermos. En verdad, no sois vosotros quienes lo estáis, sino la imagen que conserváis de vosotros. ¿Por qué motivo iba a convertirse ésta en el amo de la casa? ¿Se os ocurriría identificaros con vuestro autorretrato? Y, sin embargo, eso es lo que ha ocurrido, y son sus efectos lo que ahora se ha vuelto urgente aniquilar. Os habéis sumido en vuestro facsímil con excesiva complacencia. Os habéis perdido en él. Y también por eso en esta hora, amigos, hermanos en la eternidad, os
tiendo la mano: para que podáis al fin amarrar con amor y razón la nave de vuestros pensamientos.»

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