La segunda ilusión es:
EL FRACASO EXISTE
La idea de que la Voluntad de Dios (suponiendo que Dios tiene alguna) pudiera no cumplirse, se
opone a todo lo que creíais saber acerca de Dios en concreto, que Dios es todopoderoso, omnipresente, el Ser Supremo, el Creador. Sin embargo, es un concepto que habéis acogido con entusiasmo.
Esto produjo la sumamente improbable pero muy poderosa ilusión de que Dios puede fracasar; que puede desear algo y no conseguirlo; que puede querer algo y no recibirlo; que puede
necesitar algo y no obtenerlo.
Resumiendo, la Voluntad de Dios puede verse frustrada.
Esta ilusión exigía una gran elasticidad de la imaginación, pues incluso las limitadas percepciones de la mente humana podían detectar la contradicción. No obstante, vuestra especie posee una rica imaginación y puede estirar su credulidad hasta el límite con una facilidad asombrosa. No solo habéis concebido un Dios con necesidades, sino que habéis concebido un Dios que puede fracasar en la satisfacción de sus necesidades.
¿Cómo habéis hecho esto? Nuevamente, mediante el uso de la proyección. Os habéis proyectado a vosotros mismos sobre vuestro Dios.
Una vez más, le habéis atribuido a Dios una habilidad o una cualidad de ser que se deriva directamente de vuestra experiencia humana. Como os disteis cuenta de que vosotros podríais
fracasar en obtener todas las cosas que imagináis que necesitáis para poder ser felices, habéis declarado que lo mismo es cierto sobre Dios.
A partir de esta ilusión habéis creado un relato cultural que enseña que el desenlace de la vida es incierto, dudoso.
Podría funcionar o no… podría salir bien o no... vamos, que en la vida al final todo saldría bien… a no ser que no fuera así.
Añadiéndole el ingrediente de la duda al cóctel la duda sobre si Dios podría satisfacer sus necesidades (suponiendo que tuviera alguna) se produjo vuestro primer encuentro con el temor.
Antes de fabricar este relato sobre un Dios que no siempre se salía con la suya, no teníais temor. No había nada que temer. Dios estaba a cargo, Dios era Todopoderoso, Todo Esplendor y
Toda Gloria, y todo iba bien con el mundo. ¿Qué podría salir mal?
Pero entonces surgió la idea de que Dios podría necesitar algo y sorprendentemente no obtenerlo. Podría querer que todos Sus hijos regresaran con Él al cielo, pero Sus hijos, por sí
mismos, con sus propias acciones, podrían impedirlo.
Sin embargo también esta idea forzó la credibilidad, y una vez más la mente humana percibió la contradicción. ¿Cómo sería posible que las creaciones de Dios frustraran al Creador si el Creador y las creaciones son uno? ¿Cómo podría ser incierto el desenlace de la vida si Aquel que lo produce y El que lo experimenta son el mismo?
Estaba claro que la Segunda Ilusión tenía un defecto. Esto debió haber revelado como falsa la idea del Fracaso, pero los humanos sabían, a un cierto nivel muy profundo, que no podían
abandonar la Ilusión, o si no, algo muy vital llegaría a su fin.
De nuevo, tenían razón.
Pero de nuevo cometieron un error.
En vez de ver la ilusión como una ilusión, y usarla para el propósito para el cual estaba destinada, consideraron que tenían que maquillar el fallo.
Al reparar el fallo de la Segunda Ilusión, crearon la Tercera.
Neale Donald Walsch
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