viernes, 17 de marzo de 2017

PARA QUE SE CUMPLA LA ESCRITURA

 
Siempre me ha llamado la atención que, en muchos pasajes de los Evangelios – especialmente en el de San Mateo - se repita, cuando alguien, especialmente Cristo, hace algo o dice algo, que lo hizo o lo dijo “para que se cumpliera la Escritura”. Y siempre me he planteado las siguientes preguntas: Si Cristo dijo o hizo eso “para que se cumpliera la Escritura”, ¿qué mérito tiene, si Él conocía la Escritura?
Y, ¿por qué la Escritura conocía lo que Él iba a decir o a hacer? ¿Y qué importancia tiene que lo que haga o diga coincida o no con lo que dice la escritura? Me ha parecido siempre uno de esos enigmas que, de un modo instintivo, uno intuye que le va a ser difícil aclarar.
Del mismo modo, me ha resultado siempre embarazosa la afirmación de Max Heindel de que todo lo que sucede en este plano no es sino proyección, cristalización de algo que ya ha sucedido en los planos superiores. Porque me impedía conciliarla con el libre albedrío.
Con esas dos preguntas en el fondo de mi alma he estado viviendo desde que “conocí” a Max Heindel.
Y, tras mucha meditación sobre el tema, creo haber encontrado una explicación lógica y satisfactoria para mí, que compartiré aquí, exponiéndola en varios puntos:
1.- En los planos superiores somos siempre conscientes, lo mismo que aquí, y somos siempre libres. Más conscientes y más libres que en el plano físico.
2.- Si en los planos superiores somos libres y conscientes, es admisible y hasta lógico que convengamos allí hacer aquí, cuando renazcamos, determinadas cosas para producir determinadas consecuencias.
3.- Pero también es lógico que, cuando estamos aquí de nuevo, debido a nuestra imperfección, olvidemos lo convenido y actuemos de otro modo, produciendo resultados distintos de los esperados como consecuencia de lo pactado arriba.
4.- Al decir, pues, los Evangelios que, Cristo hizo o dijo algo “para que se cumpliera la Escritura” está queriendo decirnos que, usando de su libre albedrío, actuó de acuerdo con lo convenido, aunque podía hacerlo de otro modo y con otras consecuencias.
5.- ¿Y cómo puede uno saber o intuir lo que ha pactado arriba? No se me ocurre más respuesta que: estando, lo más posible, en contacto con los planos superiores. ¿Y cómo se logra eso? La respuesta es clara: Con la oración, a ser posible permanente (estar “enganchado” a Dios), es decir, teniendo el hábito de estar en contacto con Dios, con nuestro Dios interno, el mayor tiempo posible. Se comprende entonces que Cristo orase con tanta frecuencia, cosa que antes también me extrañaba pues pensaba que Él, a quien todos oramos, precisamente Él, necesitara orar como nosotros.
6.- ¿Y cómo se adquiere el hábito de la oración o del contacto permanente con lo alto? Pensando, sintiendo y actuando positivamente. Es el único camino. Y, además, constituye, con la oración permanente, un círculo vicioso, pero con un “vicio” maravilloso: si oro con frecuencia, me elevo con frecuencia y, si me elevo con frecuencia, me apetece orar con frecuencia. Es el círculo vicioso más importante y efectivo del mundo.
7.- Y ese vicio de orar y de estar en contacto con lo alto todo lo posible y de permanecer enganchado a lo alto, acaba por ampliar nuestra conciencia y permitirnos intuir lo que allá arriba hemos pactado para realizarlo aquí, y entonces podemos aquí hacer o decir lo que sea “para que se cumpla la Escritura”, es decir, lo convenido de antemano en los mundos superiores.
Fijémonos, por ejemplo, en la escena de las Tentaciones de Cristo en el desierto, tras su Bautismo por Juan, y comprobaremos que, tanto el tentador como Cristo, se refieren a “lo que está escrito” para defender sus puntos de vista, el tentador para ver si Cristo no recuerda bien lo pactado y hace lo que le asegura que “está escrito”, y Cristo para demostrarle que sí lo recuerda y, por tanto, no caerá en la tentación.
Creo que vale la pena meditar sobre este tema, pues entiendo que es fundamental para todo estudiante rosacruz, ya que por un lado, hemos de orar y, por otro, hemos de obrar con discernimiento y positivamente, es decir, hemos de hacer que se cumpla nuestra escritura personal y hagamos aquí lo que en verdad, hemos venido a hacer, desde el punto de vista de arriba.
Francisco Manuel Nácher

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