lunes, 1 de mayo de 2017

ÍNDIGO.- EL TRABAJO COMIENZA EN CASA


A consultarme llegan generalmente madres con hijos que tienen problemas en el colegio. La escuela está convirtiéndose en un lugar en el cual los docentes se enfrentan a una nueva generación de niños, con sistemas educativos obsoletos, inexperiencia, desconocimiento, falta de recursos y otros muchos factores en contra que podríamos seguir enumerando. Ante tal situación los docentes piden a los padres una solución para la permanencia del pequeño en sus aulas.
Algunas de estas soluciones, como las terapias psicológicas, la ingesta de medicamentos o las terapias alternativas, intentan hacer del pequeño Índigo un niño “normal”.
Es un hecho que los sistemas educativos en este momento no son los más idóneos, además existen dos inconvenientes más para poder brindar al niño una escuela adecuada. Las escuelas con técnicas alternativas de aprendizaje son escasas y las colegiaturas son altas, muy por encima de lo que una persona de clase media, y ya no digamos baja, puede pagar.


¿Pero será realmente el colegio la causa de los conflictos? ¿O éstos se originan en otro lado?
Además de madre, soy terapeuta y a través de mi propia experiencia como hija (Índigo adulta) he observado cómo la dinámica familiar contribuye al desequilibrio emocional del pequeño mismo, que se extiende a otros ámbitos.
Un niño, con padres intolerantes que le gritan y se gritan todo el tiempo, tendrá problemas de falta de atención pues pretende cerrar su mente ante estas situaciones desagradables de su entorno.
Si agregamos a este ambiente el maltrato físico, llámese bofetada o golpiza, el niño liberará la frustración y la rabia con otros: hermanos, amigos o compañeros de colegio.
En el entorno de un niño hiperactivo no hay tiempo para él, sus padres siempre están corriendo; la paciencia para detenerse a preguntar por sus necesidades no existe.
Relataré mi propia experiencia para ejemplificar lo anterior.

Llegué al mundo en una familia con un padre militar estricto y autoritario, una madre sumisa obedeciendo órdenes, pero ella también tenía a sus subalternos, en este caso mis hermanos y yo. Nos aplicaba castigos verbales o físicos si no seguíamos sus instrucciones. En este ambiente comencé el jardín de niños, me divertía el trabajo, pero no soportaba los gritos de la maestra pues era muy poco tolerante para instruir párvulos; yo soñaba con la maestra de otro grupo, dulce y sonriente. Aquí comenzaron los
problemas de falta de atención, pues cuando la maestra enseñaba algo poco divertido o regañaba yo pensaba en otras cosas para evadirme, ésto lo hacía muy bien pues lo practicaba casi a diario
en casa. Al llegar a la escuela primaria mi madre comenzó a recibir reportes, pues yo platicaba mucho en clase. Se intentó cambiarme de compañero de banca sin tener éxito, por ahí alguna maestra lo atribuyó a mi ritmo de aprendizaje al parecer más rápido de lo normal.
Un incidente doloroso fue cuando en 4.° grado se nos pidió leyéramos algo sobre gramática; al terminar, debíamos contestar el cuestionario de la lección. La materia no era de mis preferidas, por lo que busqué las respuestas ayudada por mi intuición sin leer todo; como es de suponerse terminé el trabajo en muy poco tiempo, lo entregué a la maestra y para mi sorpresa ella afirmó que yo debí tener las respuestas con anterioridad; seguramente las había resuelto en mi casa. Me negué rotundamente; ésto produjo su enojo. Además de acusarme de mentirosa y de querer sorprenderla, me exhibió delante de mis compañeros dejándome parada viendo a la pared hasta después del recreo. Con el tiempo aprendí a postergar las cosas, el mensaje “ser el primero genera problemas” me quedó bien grabado.

Siempre pensé en lo ridículo de escribir muchas veces las frases para aprenderlas. Para entonces descubrí que podía ver la televisión o escuchar música haciendo la tarea menos tediosa.
En mi trayectoria académica pasaron muchos maestros: unos con los cuales me aburría como ostra y otros que despertaron mi interés, como el de Bioquímica, quien no dejaba tomar notas en su clase, pero impartía su cátedra contándonos cómo las rutas metabólicas (nada sencillas) mantenían vivo nuestro organismo, y cada tema lo reforzaba con un caso de la vida real, para mi
deleite. Terminé una carrera de formación netamente científica, haciendo uso de mi intuición la mayor parte del tiempo, algunas personas me preguntan como pude cursarla sin ser tan lógica.
Buena pregunta.

Nunca fui la de mejores notas, pero logré sobresalir entre muchos.
El maltrato hizo mella en mi carácter; en repetidas ocasiones al sentirme agredida respondía con rabia, asustándome incluso de tal reacción. Estos sentimientos reprimidos llegaron a emerger en el trato con mi hija. Me prometí una y otra vez no seguir los mismos patrones de mis padres. Sin embargo tuve que enfrentarme a una realidad dolorosa, había demasiados sentimientos negativos
contenidos y cuando sentía la situación fuera de control comencé a pegarle a mi hija.
Mi forma de vida hasta hace poco era de muchos compromisos a la vez (hiperactividad); llegué a tener tres trabajos al mismo tiempo: dar terapia, tomar un curso, además de ser esposa y madre. Ésto significaba para mí una forma de escapar de mis fantasmas, teniendo el día lleno de actividades no había espacio para los sentimientos negativos; o al menos eso creía pues en los momentos de crisis explotaban sin control.
Con esta dinámica familiar, mi hija se volvió agresiva, dominante, hacía tremendas pataletas si no se salía con la suya. No tenía amigas; la rechazaban pues ella quería imponer su voluntad.
Cuando las cosas llegaron a este extremo comenzaron los reportes en el colegio, la maestra se quejaba de no poder controlarla, no quería hacer los trabajos, platicaba demasiado en clase y no quería jugar con otros niños.
Ésto fue el detonante que me hizo reflexionar en buscar una solución no para mi hija sino para mí misma. Debía sacar de una vez y para siempre la basura emocional almacenada en mi interior.
Entonces estuve en terapia psicológica, meditación, terapia de regresión a vidas pasadas, terapia floral. Luego de estas tres últimas, me hice terapeuta.

El comportamiento de mi hija fue cambiando a la par del mío. A ella ahora no le gusta mucho hacer planas y planas, algunas veces se queja de la “regañona” de la maestra, pero con una madre más comprensiva y tolerante encontramos formas de solucionar estos pequeños inconvenientes.
He expuesto lo anterior a manera de reflexión pues como padres debemos entender la importancia de dar a nuestros hijos ambientes llenos de amor y comprensión. No significa ser permisivos. Se puede ser firme pero amoroso a la vez.
Debemos voltear a ver el pasado, para ahí detectar la forma como fuimos tratados en nuestra niñez. Si nos encontramos ante una infancia llena de abandono, falta de amor, maltrato emocional y/o físico, entonces aceptemos que hay trabajo por hacer.

Este es el punto de partida para ayudar a nuestros hijos en todos los obstáculos que se presentarán en su camino. Se habla repetidamente de que los Índigos vienen a cambiar la sociedad, y si la base más importante de ella es la familia, es ahí donde debe comenzar su trabajo.
Conozco varias familias de Índigos donde las madres comenzaron el trabajo con ellas mismas y poco a poco se fueron involucrando los padres.
El trabajo debe comenzar en casa y de ahí extenderse a otros ámbitos. Las siguientes sugerencias pueden ayudar a nuestros hijos en el colegio.

1. Conviértase en una experta en el tema Índigo, le aseguro hay mucha gente sobre todo madres dispuestas a escuchar, entre más sean podrán hacer labor de convencimiento con los docentes.
2. Tenga mucha comunicación con la maestra del pequeño, pregúntele sobre la forma como el niño se comporta en clase. Recuerde que si está teniendo problemas, algo en la dinámica familiar está fallando.
3. Lleve a la directora del colegio información sobre los niños Índigos. Hoy en día la puede encontrar fácilmente a través de Internet (en este libro hay referencias de páginas web). Sobre todo aquella específica para docentes.
4. Platique con otras madres del colegio de su hijo, reúnanse, intercambien experiencias, compren libros que después pueden intercambiar. Pueden salir excelentes ideas para proponerlas a la maestra.
5. Intente a través de Internet contactar con personas involucradas en el tema Índigo, puede incluso encontrar gente con talleres muy económicos e incluso gratuitos, y luego póngalos en contacto con el colegio muchos docentes están dispuestos a escuchar nuevas
alternativas.

6. Permita a su hijo ver la televisión o escuchar música mientras hace la tarea. Recuerde que tiene inteligencias múltiples, ésto hará la labor menos tediosa.
7. El momento de hacer la tarea puede ser divertido si jugamos a la escuelita donde mamá es la maestra, y sus compañeros de clase son sus muñecos preferidos.
8. Cuando el pequeño no quiera hacer la tarea, platique sobre lo que ocurrirá en ambos casos y permítale asumir la responsabilidad de su elección.
9. Si el pequeño está hiperactivo evite darle azúcar pues ésto acelerara el metabolismo y tendrá mayor energía.
10. Cuando un niño sufre de falta de atención es fácil traerlo de vuelta tocándolo y mirándole a los ojos, aquí si están permitidos los dulces (pensemos que el cerebro consume una gran cantidad de glucosa, por eso la temperatura corporal baja).
11. Si el niño comienza a tornarse agresivo, envíelo a lavarse las manos si es posible la cara también con ésto descenderá la temperatura elevada, cuando nos invada la ira.
12. Como último recurso si tiene la posibilidad de cambiar a su hijo de colegio hágalo. Involucre al pequeño en la elección, se lo agradecerá enormemente.
He dejado el cambio de colegio como última opción pues aún esta medida en un ambiente familiar inadecuado de poco o nada servirá. Es por ésto que el trabajo debe comenzar en casa.
Para terminar, no es casualidad el haber traído al mundo a un niño Índigo; ya en nosotras existía la suficiente energía para albergar su vibración. Cada vez que su hijo enfrente problemas en cualquier ámbito recuerde su propia vibración Índigo, esté consciente de ella o no.
Nota. En este artículo me refiero más a las madres, pues en la mayoría de los casos son ellas las que tienen más contacto con los niños y son generalmente las buscadoras de ayuda.

SUSANA JIMÉNEZ
FUNDACIÓ N ÍNDIGO

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