viernes, 22 de diciembre de 2017

ANAM CARA: LA TRANSFRIGURACIÓN DE LOS SENTIDOS.- CAP. XII


La transfiguración de los sentidos
Los místicos son los más fiables en el campo del amor sensual. En sus escritos está implícita una luminosa teología de la sensualidad. Jamás preconizan la negación de los sentidos, sino su transfiguración.
Los místicos reconocen que existe cierta gravedad o lado tenebroso de eros y que a veces predomina. La luz del alma puede transfigurar esta tendencia y aportar a ella equilibrio y aplomo. La belleza de las reflexiones místicas sobre eros nos recuerda que éste es en última instancia la energía de la creatividad divina. En la transfiguración de lo sensual, el frenesí de eros y la alegría del alma entran en lírica armonía.
La Irlanda moderna ha debido recorrer un camino complejo y tortuoso para reconocer y aceptar a eros.
La antigua tradición irlandesa reconocía el poder de eros y el amor erótico con maravillosa vitalidad.
Una de sus expresiones más interesantes es el poema de Brian Merriman titulado Cúirt an Mheáin Oidhce, «El patio a medianoche», del siglo XVIII.

ANAM CARA: EL ALMA COMO ECO DIVINO.- CAP. XI


El alma como eco divino
Tanto amor y comunión están a nuestro alcance porque el alma contiene el eco de una intimidad primordial. Cuando hablan de cosas primordiales, los alemanes emplean el término ursprungliche Dinge: «cosas originales».
Hay una Ur-Intimitat in der Seele, es decir, «una intimidad primordial en el alma»; este eco está en todos. El alma no se inventó a sí misma. Es una presencia del mundo divino, donde la intimidad no tiene límites ni barreras.
No puedes amar a otro si no estás empeñado al mismo tiempo en la obra espiritual, hermosa pero difícil, de aprender a amarte a tí mismo. Cada uno de nosotros tiene al nivel del alma un manantial enriquecedor de amor.
En otras palabras, no necesitas buscar fuera de ti el significado del amor. Esto no es egoísmo ni narcisismo, obsesiones negativas sobre la necesidad de ser amado.

ANAM CARA: EL CÍRCULO DE COMUNIÓN .- CAP. X


El círculo de comunión
Para reflejar esto se necesita una palabra más vibrante que la tan trillada «relación». Las frases como «se cierra un círculo antiguo» y «un anhelo antiguo despierta y toma conciencia de sí» ayudan a revelar el significado profundo y el misterio del encuentro. Expresan en el lenguaje sacro del alma la unicidad y la intimidad del amor. Cuando dos personas se aman, se genera una tercera fuerza entre ellas.
Una amistad interrumpida no siempre se restaura con horas interminables de análisis y consejos. Es necesario modificar el ritmo de los encuentros y reanudar el contactó con la antigua comunión que los reunió. Esta antigua afinidad os mantendrá unidos si invocáis su poder y su presencia.
Dos personas realmente despiertas habitan un círculo de comunión. Han despertado una fuerza más antigua que los envolverá y abrigará.
La amistad exige que se la alimente.

La gente suele dedicar su atención principalmente a los hechos de la vida, su situación, trabajo y categoría social.
Vuelcan sus mayores energías al hacer.

ANAM CARA: El amor como reconocimiento antiguo .- Cap. IX


El amor como reconocimiento antiguo
La verdadera amistad o el amor no se fabrican ni conquistan.

La amistad siempre es un acto de reconocimiento.
Esta metáfora se puede hundir en la naturaleza arcillosa del cuerpo humano.
Cuando encuentras a la persona que amas, un acto de reconocimiento antiguo os reúne. Es como si millones de años antes de que la naturaleza rompiera su silencio, su arcilla y la tuya yacieran juntas.
Luego, en el ciclo de las estaciones, esa arcilla única se dividió y separó. Cada uno se alzó como formas individuales de arcilla que alojaban su individualidad y destino.
Sin saberlo, vuestras memorias secretas lloraban la ausencia mutua. Mientras vuestros seres de arcilla deambulaban durante miles de años por el universo, el anhelo del otro nunca decayó.
Esta metáfora permite explicar cómo se reconocen súbitamente dos almas en el momento de la amistad.
Puede ser un encuentro en la calle, en una fiesta, en una conferencia, una presentación banal, y en ese momento se produce el rayo del reconocimiento que enciende las brasas de la afinidad. Se produce un despertar, una sensación de conocimiento antiguo. Entráis. Habéis regresado a casa por fin.
En la tradición clásica esto encuentra una expresión maravillosa en el Simposio, mágico diálogo de Platón sobre la naturaleza del amor.

ANAM CARA: El misterio del acercamiento.- Cap. VIII


El misterio del acercamiento
Desde hace años tengo ganas de escribir un cuento sobre un mundo en el cual cada uno conocería a una sola persona durante toda su vida. Lógicamente, para dibujar ese mundo, este postulado debería prescindir de consideraciones biológicas. Uno tendría que guardar años de silencio ante el misterio de la presencia en el Otro, antes de poder acercarse. En toda su vida uno no encontraría más que un par de personas a lo sumo. Esta idea adquiere mayor realidad si uno pasa revista a su vida y distinguelos amigos de los conocidos.

No son lo mismo. La amistad es un vínculo más profundo y sagrado. Shakespeare lo dice con una frase muy bella: «Los amigos que tienes y su atención probada, sujétalos a tu alma con argollas de acero.»
Un amigo es un tesoro increíblemente valioso. Es un ser amado que despierta tu vida para liberar las posibilidades salvajes que hay en ti.
Irlanda es un país de ruinas. Las ruinas no están vacías. Son lugares sagrados que rebosan de presencias.
Un amigo mío, sacerdote en Conamara, pensaba construir una playa de estacionamiento junto a su iglesia. Cerca había una ruina, abandonada desde hacía cincuenta o sesenta años.
Fue a ver al hombre cuya familia había vivido allí años antes y le pidió que le cediera las piedras para los cimientos.
El hombre se negó. Cuando el sacerdote preguntó por qué, respondió:
Ceard a dheanfadh anamacha mo mhuinitire ansin?, es
decir, «¿qué sería de las almas de mis antepasados?».

Quería decir que incluso en unas ruinas largamente abandonadas, las almas de quienes las habían habitado poseían una afinidad y apego particulares al lugar.
La vida y pasión de una persona dejan su impronta en el éter.
El amor no permanece enclaustrado en el corazón, sino que sale a construir tabernáculos secretos en el paisaje.

ANAM CARA: La naturaleza sagrada de la intimidad.- Cap. VII


La naturaleza sagrada de la intimidad
Nuestra cultura está obsesionada por el concepto de relación. Todo el mundo habla de ello.

Es un tema constante en la televisión, el cine y los medios de información. La tecnología y los medios no unen el mundo. Pretenden crear un mundo unido por redeselectrónicas, pero en realidad sólo ofrecen un mundo simulado de sombras.
Por eso nuestro mundo humano se vuelve más anónimo y solitario. En un mundo donde el ordenador reemplaza el encuentro entre seres humanos y la psicología reemplaza a la religión, no es casual que exista semejante obsesión por las relaciones.
Desgraciadamente, el término mismo se ha convertido en un centro vacío en torno del cual nuestra sed solitaria anda hurgando en busca de calor y comunión. El lenguaje público de la intimidad es en gran medida hueco y sus repeticiones incesantes suelen delatar la falta total de aquélla.
La verdadera intimidad es una vivencia sagrada.

ANAM CARA: EL ANAM CARA.- CAP. 6



La tradición celta posee una hermosa concepción del amor y la amistad. Una de sus ideas fascinantes es la del amor del alma, que en gaélico antiguo es anam cara, «Anam» signi­fica «alma» en gaélico, y «cara» es «amistad». De manera que «anam-cara» en el mundo celta es el «amigo espiritual». En la iglesia celta primitiva se llamaba anam cara a un maestro, compañero o guía espiritual. Al principio era un confesor» a quien uno revelaba lo más íntimo y oculto de su vida. Al anam cara se le podía revelar el yo interior, la mente y el co­razón. Esta amistad era un acto de reconocimiento y arrai­go. Cuando uno tenía un anam cara, esa amistad trascen­día las convenciones, la moral y las categorías. Uno estaba unido de manera antigua y eterna con el amigo espiritual. Esta concepción celta no imponía al alma limitaciones de espacio ni tiempo. El alma no conoce jaulas. Es una luz divina que penetra en ti y en tu otro. Este nexo despertaba y fomenta­ba una camaradería profunda y especial. Juan Casiano dice en sus Colaciones que este vínculo entre amigos es indisolu­ble: «Esto, digo, es lo que no puede romper ningún azar, lo que no puede cortar ni destruir ninguna porción de tiem­po o de espacio; ni siquiera la muerte puede dividirlo».
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