martes, 10 de julio de 2018

RESPUESTAS AL CORAZÓN: SERVICIO


Una pequeña tarea hecha con sinceridad vale mucho más que una gran tarea hecha con egoísmo.
La vida está hecha para dar, no para tomar, porque es al dar cuando realmente recibimos. A la vez que recibimos el verdadero conocimiento, utilizamos sabiamente este conocimiento en servir.
En la vida todo es servicio, todo excepto las cosas que prepara la mente astuta para su gloria personal. ¿Qué gloria se pone a sí misma la fl or cuando da un aroma y belleza al mundo? El viento silba a través de los árboles sus hermosas sinfonías.

El sol brilla, la luna refl eja su luz. ¡Qué servicio!
Las mareas del océano fl uyen y refl uyen, las lluvias vienen y crece el alimento. Mira el servicio que nos da siempre la naturaleza.
Cuando dedicas la vida a una causa que se adapta a un plan no ideado por tí, sino por un poder superior a tí, puedes decir con seguridad: “Tengo fé en ese Poder y cumpliré la misión que tengo que cumplir”.


Cuando sirves a la humanidad, lo que sucede es que te sirves a tí mismo. Este servicio, o el deseo de servir que existe en tu interior, no está siendo objetívizado para ganancia personal o para adular al ego.
Todo servicio realizado con humildad total, volverá a tí multiplicado por diez, porque hay sinceridad en el propósito.
La Divinidad está presente, como te dicen todas las escrituras, está más cerca de lo que crees.
Está más cerca que tu aliento. Está ahí. Ábrete y déjala fl uir. Enseñar y servir son dos de los caminos que aceleran la apertura, y cuando la sangre se acelera, el amor se vierte en nosotros y a través de nosotros. Recuerda que, cuando riegas el jardín, antes de que el agua llegue a él, limpia primero la manguera. Cuando enseñamos o servimos con pureza, la energía divina fluye en nosotros antes de llegar al discípulo.

A la persona verdaderamente humilde no le afecta la alabanza ni la condena: cumple exactamente su trabajo. Nada la puede hinchar o deshinchar. Se eleva por encima de todo y nadie le puede distraer del camino del servicio.
¿Cuál es la motivación? Si se sirve por el engrandecimiento de uno mismo o por expresión del ego (“Deben ponerme en un pedestal porque estoy haciendo esto”), esta clase de servicio no tiene valor para la persona. Veréis siempre que las personas que tratan de servir a otros de ésta forma, tienen sufrimientos y desequilibrios de todo género. La razón es que no están pensando en los otros sino en sí mismos. Esta clase de servicio no es humildad, es vanidad.
Si realizas el servicio como ofrenda, la alabanza o la condena no te afectarán. Porque, una vez encontrada la felicidad interna de servir, te vuelves como una flor de loto, creciendo entre el barro sin mancharte, permaneciendo siempre puro, tu misma ofrenda es alegría, y la alegría es la esencia de la pureza.
Cuando la gente fracasa en el servir es porque el servicio no es natural en ella. Debido a valores kármicos, pensamientos erróneos o acciones equivocadas han perdido el arte de servir. El servicio no tiene mecánica, se le debe dejar fluir.

Si aplicamos un mecanismo o un modelo, servir se transforma
en una carga y deja de ser servicio.
Porque servir es un arte y toda ofrenda es un arte.
La ofrenda de servicio no signifi ca martirio. El martirio es una especie de desequilibrio.
Generalmente, el martirio lo origina el fanatismo, un propósito formulado por la mente y ésto no es servicio u ofrenda. El martirio de los grandes santos tuvo un motivo totalmente distinto, ya que a través del sacrifi cio de una vida, se

beneficiaban muchos miles de ellas. Para los mártires, el
sacrificio de su vida o su martirio tenía un propósito altruista y, por lo tanto, no una ofrenda.
En la vida diaria, algunas personas tratan de convertirse en mártires a sí mismas, y esto no es necesario en absoluto.
Servir es un arte, y el arte es libertad. Por lo tanto, cuando servimos con espíritu de ofrenda, lo que expresamos es libertad desde nuestro fuero interno. El servir no ata, libera a la persona.
Esta libertad tiene su propia recompensa. No necesita paga, puesto que la tiene en la satisfacción obtenida al remodelar y cambiar el estilo de nuestras vidas. Este es el gran beneficio. Tal remodelación sólo puede llevarnos a una mayor felicidad.
Todas las cosas en la naturaleza realizan un servicio. Observad una fl or, lo bien que nos sirve con su belleza y su aroma, observad lo bien que nos sirve la lluvia al darnos agua para que crezcan las cosas. Observad lo bellamente que nos sirve el sol dándonos luz y calor. Cuanto constituye servicio
es expresión de nuestra naturaleza real, y nuestra naturaleza real no es otra cosa que una ofrenda.
Esta misma ofrenda es la base real del servicio.
Cuando servimos por servir, cuando el servicio se hace sin segundas intenciones, ni egoísmo, servir tiene entonces valor y es evolutivo. Nunca se paraliza, si deja de crecer muere. El servicio genuino, como la vida de una flor, consiste en su

florecer, porque este florecer es vida y la vida nunca
se paraliza. Fluye siempre, todo el tiempo, porque es servir sin segunda intención.
Olvidarse de sí mismo no signifi ca ser inconsciente de uno mismo, porque sólo al desarrollar una mayor conciencia de uno mismo, realmente se olvida uno de sí mismo. Lo que queremos decir con olvidarse de uno mismo es que, olvidándonos de nuestras necesidades, de nuestros deseos y de nuestro egoísmo, llegamos a pensar no sólo en nosotros sino también en los demás. Sólo cuando nos conocemos a nosotros mismos, podemos ser conscientes de las necesidades de los demás y de dicha conciencia, surge una determinada clase de olvido. Esta es la clase de olvido que provoca la verdadera conciencia de uno mismo. La verdadera conciencia de uno mismo significa aceptar y reconocer el verdadero Yo en su interior.
El deseo de servir a le humanidad no crea apegos y, por lo tanto, impresiones o samskaras en la mente porque ese deseo no tiene motivación. Todo deseo de servir no tiene ego.
Al servir a la humanidad fluimos con las leyes de la naturaleza. Cuando fluimos con las leyes de la naturaleza, todas nuestras necesidades se cubren de forma automática y espontánea, sin que lo sepamos nosotros.
El secreto reside en intentar integrarse con uno mismo, por lo que el servicio a la humanidad se vuelve automático y espontáneo, no programado.
Cuando uno se acepta a sí mismo, en su verdadero valor, entonces el servir se hace por servir y ese servicio es precisamente otro nombre de la devoción.
El servicio a la humanidad es el servicio a Dios. Es el Dios interno que se externaliza en sus variadas formas y nombres.
El “no-apego” le lleva a uno a realizar un mayor servicio, porque se da cuenta de que “yo no soy el que hace, sino el instrumento”. No es la pluma la que escribe, es el escritor el que escribe con la pluma.
Si recordamos que nosotros estamos siempre inclinándonos ante la Divinidad en otro, entonces el servicio asume su forma más verdadera. El servicio es la ofrenda. ¡Qué bello es ser capaz de ofrecerse uno mismo en una inclinación y ser el otro!
El verdadero servicio siempre es ofrecer sin un motivo. El que conoce verdaderamente como servir, trabaja por trabajar sin pensar o anticipar el resultado. Ése es el Karma yogui.
Servir es la ofrenda espontánea a la Divinidad. Y todo lo demás se cuida a sí mismo.
El servicio a la Divinidad es el servicio a la humanidad. En su forma física, en su forma mental, en su forma espiritual, ver la Divinidad incluso en el leproso, incluso en el paralítico, incluso en el ciego. Es más fácil verla en las personas que amáis, ¡Comenzad por ahí!


GURURAJ ANANDA YOGI

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