¿QUÉ SABES DE SU NIÑEZ?
No mucho. Solo que viajaba mucho cuando niño con su padre y su tío, y algunas veces también con sus primos mayores. Era un niño muy inquieto y despierto. Ellos lo hacían con el propósito de iniciarle en el mundo de los negocios, pero él iba siempre a lo suyo. Siempre hacía amigos allí donde iba, y no eran, por lo que me contaba, personas muy normales y corrientes. ¡Seguro que tan raritos como él!
¿QUÉ CONOCIMIENTOS TE ENSEÑÓ SOBRE EL CUERPO HUMANO?
De niña, cuando me hablaba sobre ello, me contaba historias divertidas, jugando conmigo. No te olvides que tenía tan solo 10 años, pero con el tiempo, y cuando ya me hice una mujer, esas historias divertidas fueron tomando cuerpo y un giro totalmente distinto. Yo misma me había hecho una experta siguiendo los pasos de mi madre. Estudié mucho y experimenté también, sobre todo con animales.
Jhasua me decía una y otra vez, era como si quisiera que me quedara grabado en el alma, que el cuerpo humano, a pesar de lo grotesco que
nos pueda parecer, es el templo más sensible y refinado dentro de la dimensión de la materia, de una maravillosa estrella del universo. A mí me costaba mucho comprender, hasta que un día, en su escondite favorito, creyó oportuno demostrármelo, y sin pensarlo mucho, se levantó del suelo, respiró profundamente y su cuerpo empezó a vibrar. Toda la cueva se iluminó, y él se hizo transparente. Pude ver perfectamente cómo, en su interior, había una gran explosión, y por sus venas corría fuego. Me quedé perpleja, yo me esperaba todo de él, pero aquello era muy fuerte. Vio que no me había alterado mucho, y sin darle más importancia, me explicó que ese fuego y esa luz los llevamos todos dentro. Es la energía de una estrella, una célula de amor del cuerpo de Dios, del Padre.
En cuanto a la parte más física, los masajes del cuerpo, éstos eran muy parecidos a los que se aplican ahora para relajar y tonificar las distintas partes del organismo. En esas técnicas no ha habido mucha variación. Sin embargo, él los aplicaba con un toque muy especial. Antes de activar sus manos sobre el cuerpo, estaba unos minutos en silencio y sintonizando con su interior. El me decía que potenciaba al máximo su pecho y hacía vibrar su corazón. Sus manos comenzaban a vibrar ligeramente y era cuando empezaba a aplicarlas, suavemente y sin presión, sobre la piel. No se podía tocar un cuerpo humano, si no estabas tú armonizado y lleno de amor y compasión por esa persona. Confieso que aquélla técnica que aprendí de él, me gusta mucho. Cuando terminaba con los masajes, cogía un cuenco de barro, lo llenaba de agua, ponía sus manos sobre ella y bebía, y a continuación se la ofrecía a la persona afectada para que la apurase hasta el final. Yo, por supuesto, le pregunté el por qué de aquello, y el me contestó que era una forma sutil pero muy contundente de conectarse con el alma de esa persona, y decirle que su amor le acompañaría siempre.
Como verás, era un romántico. Con el tiempo supe que no solo era romántico, sino muy efectivo, porque cuando el corazón y la mente trabajan juntos, no hay nada imposible que no puedas hacer.
ANTES ME HAS DICHO QUE JHASUA TENÍA UN ESCONDITE DONDE SOLÍA REFUGIARSE... HÁBLAME TODO LO QUE SEPAS DE ÉL.
Es cierto, tenía un escondite, desde niño. Pero cuando comenzó su vida pública, y viajaba tanto, ya no buscaba un recinto cerrado, sino lugares muy apartados donde estar alejado de la gente. Pero el escondite al que me refiero, lo conocí perfectamente. En más de una ocasión él me llevó hasta él. Sobre todo cuando quería contarme algo muy confidencial o hacerme alguna demostración que no quería que viese el resto de la gente.
Estaba situado a la salida del pueblo, de la zona sur. Había que atravesar una extensión casi desértica y a continuación nos introducíamos en un paraje rocoso. Comenzábamos a subir una pequeña altiplanicie hasta que alcanzábamos un pequeño orificio en la roca por donde apenas podía entrar una persona arrastrándose. Parecía un escondite de animales, pero una vez atravesado el orificio, al otro lado había una gruta gigantesca, incomprensiblemente limpia, con ausencia total de polvo y alimañas.
En una ocasión le hice partícipe de mi extrañeza, y él me dijo que aquél lugar se lo mantenían así sus amigos de la naturaleza. Yo le pregunté que quiénes eran, y el me remitió a los mismos que echaban los remedios curativos en el cuenco de agua para curar a los animales.
Yo le pregunté que si podría verles alguna vez y el me contestó que ellos nunca se esconden de los humanos, pero que nosotros tendríamos que desarrollar facultades físicas y mentales para llegar a hacerlo. Me dijo que no tuviera prisa, que el saber que ellos existían y me protegían ya era un gran paso y privilegio.
Como te he dicho, era una gran gruta. En verano estaba fresquita, y cuando hacía frío, se estaba deliciosamente.
Pero cuando Jhasua comenzó a viajar, aquella gruta quedó triste. Yo, para consolarme de su ausencia, iba a verla, pero nunca subía, me quedaba abajo, contemplando y recordando. Se me hacía un nudo en la garganta. Pero siempre me iba de allí con el corazón un poco más alegre. Estaba segura que mis amigos de la naturaleza me seguían cuidando. Aunque Jhasua no estuviera a mi lado, cuando necesitaba curar a un animal, hacía lo mismo que él, y el animal siempre se levantaba y se curaba de sus heridas o de su enfermedad. Los ayudantes de mi amigo, siguieron conmigo.
¿ESTUVO MUCHO TIEMPO JHASUA VIAJANDO? ¿CÚAL FUE EL VIAJE MÁS LARGO QUE HIZO?
Que yo sepa, el viaje más largo en tiempo y distancia fue a Egipto. Me dejó con 11 añitos y cuando regresó ya era una jovencita de 17. Él ya era todo un hombre, y por primera vez le vi con barba. Siempre me acordaré de aquél encuentro. Yo, como casi todos los días, iba hasta el pie del orificio del escondite, y como si él lo supiera, aquél jueves de mayo me estaba esperando. Desde la distancia lo reconocí, a pesar de su aspecto. Estaba muy delgado, demacrado, con el pelo más largo y con barba. Me dio la sensación de que estaba muy enfermo y el corazón me dio un vuelco terrible. Pero mis pies echaron a correr, y de un salto me quedé colgada a su cuello.
El me abrazó hasta dejarme sin aliento... Claro, acostumbrado a las medidas de una chiquilla... Yo era más alta, más voluminosa y un poco más pesadita también...
Le miré a los ojos, y mi corazón saltó de su sitió, pero mi vientre se inquietó. Yo, por entonces, era muy perceptiva, y sentía en mi cuerpo las dolencias de aquellos que estaban a mi lado. Sentí que Jhasua estaba muy débil, casi agotado vital y energéticamente. Me extrañó mucho en él. Pero Jhasua, que leía en mí, me tranquilizó, y me dijo que no era nada importante, que había un por qué, pero que en su casa, y en compañía de la gente que le amaba, se recuperaría enseguida. Nos subimos corriendo al escondite. El había traído un poco de queso y castañas con higos. Comimos mientras me contaba anécdotas del viaje, pero cuando terminamos, empezó a detallarme la experiencia vivida en Egipto que le dejó en aquél estado.
Para mí fue como un bautizo, una iniciación. Mientras le escuchaba, me di cuenta que le entendía perfectamente, lo comprendía todo. En esos años algo se había transformado en mi interior. Yo no tenía grandes conocimientos, pero sin embargo, todo lo que me relataba Jhasua, me resultaba familiar, conocido. El sabía perfectamente que yo ya estaba preparada para ello, por eso no hizo en ningún momento ninguna pausa ni me preguntó si necesitaba alguna aclaración.
¿TE ACUERDAS DE LO QUE TE CONTÓ DE AQUÉL VIAJE?
De todo. Pero permíteme que en este caso concreto, hable también yo. Camaleón fue la receptora hace veinte siglos, pero con mi consciencia de hoy, le daré sentido.
Entonces, como ya te he dicho anteriormente, lo recibía como algo nuevo y distinto, sin embargo me encajaba perfectamente, me resultaba familiar todo lo que Jhasua me decía y relataba. Ese cambió que observé en mí misma no lo entendía, pero él me explicó, que aunque fue sólo a ese viaje, y afrontó físicamente aquella experiencia, el corazón de todos sus hermanos, los hijos del Sol, habían participado también, y ese conocimiento lo llevaban dentro igualmente. Entonces no entendí esta última matización, pero hoy sí.
El comenzó a contarme la historia de cómo, hace miles de años, los Hijos del Sol trajeron información al planeta. Pero este sol no era el que conocíamos y veíamos todas las mañanas. Vinieron de un planeta, mucho más grande que el nuestro, a muchísima distancia de nuestro sol, pero que es invisible, salvo para algunos cuantos.
Este planeta tiene una gran fuente de la que emana agua azul, con una melodía que transmuta todo. Pero además de la fuente azul, este planeta tiene en sus entrañas un gigantesco Sol interior, el Padre.
Toda la información traída por ellos, salvo una décima parte que fue entregada a la humanidad de entonces, fue codificada y metida en las mismas paredes del templo circular que hay dentro de la Esfinge del León. Aquél mausoleo fue levantado con ese propósito, y el día que el verdadero descodificador se haga con ella de nuevo, la Esfinge se convertirá en arena del desierto como lo fue en un principio.
DIME... ¿Y CÓMO LA METIERON...?
Pues utilizaron las paredes, techo y suelo del templo circular como si se tratasen de un ordenador gigante. Metieron toda la información y luego desconectaron. El tiempo de la descodificación ya ha llegado. Si no ha sucedido ya, está a punto de acontecer.
¿Y CÓMO LO HARÁN..., Y QUÍENES?
Desde luego que serán hijos del Sol, humanos normales y corrientes, pero con una genética distinta y una consciencia total. Hay muchas claves y sistemas de seguridad que hay que salvar para tener acceso, y no solo lo hará una persona, ya que es una labor de equipo. Como mínimo tres. Dos de ellos son la clave de acceso, y el tercero el descodificador que se hará con toda la información y que entregará a la Humanidad a través de seres humanos conscientes y preparados que la hagan más inteligible al resto del mundo.
¿Y ESAS CLAVES Y SISTEMAS DE SEGURIDAD...? ¿ACASO HAY RIESGO DE PERDER ESA INFORMACIÓN?
Sí, ha habido mucho riesgo, aunque no de perderla, ya que nadie, salvo los predestinados desde el principio, podrán tener acceso a ella. Pero durante la historia de las distintas humanidades, seres muy poderosos y evolucionados de esta dimensión, de otras, e incluso de otros planetas, han intentado hacerse con ella para poder marcharse de aquí para siempre, llevársela consigo y dejar de nuevo a esta Humanidad totalmente ignorante de su origen y de su condición divina. Muchos de ellos consiguieron tener acceso al menos al interior de la Esfinge, pero no entrar en el Templo. Y quedaron atrapados allí, convirtiéndose en una energía densa, tenebrosa y muy poderosa, que hará todo lo posible porque esa información no vea la luz.
En un momento determinado yo le confesé a Jhasua mi extrañeza de que él considerara seres evolucionados a esa “gentuza”, porque desde luego, entre los humanos los hay mucho mejores. Él, entonces, me dijo que el hecho de estar en tercera dimensión no supone el tener una evolución inferior a la de ellos. Estos son mucho más evolucionados que el ser humano en tecnología, en capacidades mentales y psíquicas, y en otras muchas cosas.... pero su alma, su espíritu, es muy inferior a la de un ser humano, y que en este planeta, a lo largo de muchas humanidades, ha habido grandes seres de luz encarnados en la materia, y parte de los códigos que están encerrados en la Esfinge, cuando sean activados, despertarán a todos los “danzadores del Sol” a los corderos solares. Cada uno de ellos tiene su propio código que al activarse lo despertará de su letargo, y cuando todos ellos lo hayan hecho, golpearan con sus pies la tierra que pisan y harán vibrar el corazón de la Madre Tierra, y ésta despertará también de su letargo.
Pero creo que nos hemos desviado un poco del tema. Estábamos con la experiencia de Jhasua en Egipto.
El había dedicado casi toda su estancia al negocio familiar. Había tomado una decisión, la de dejar el núcleo familiar y comercial. El había escogido otro camino. No cayó muy bien en la familia, pero respetaron su decisión. Por ello, salvo el último año, lo había dedicado a ayudar a su tío y primos con los contratos de trabajo.
Su familia regresó a casa, pero él se quedó allí. Tenía amigos, muy pocos, pero con los que quería estudiar y prepararse.
Esos amigos formaban parte de un pequeño grupo, muy misterioso, y que nadie sabía de él. Eran los conocedores de los grandes secretos de la Gran Pirámide, en el interior de la cual, después de un periodo de instrucción, a todos los que querían iniciarse, eran sometidos a grandes pruebas, en la mayoría de los casos no eran superadas e incluso acababan con la vida del aspirante.
Jhasua fue uno de esos aspirantes, y pasó por todas las pruebas con éxito. Pero antes de ser iniciado, debía pasar una noche en el interior de una cámara secreta, a la cual le llevaron con los ojos vendados.
Una vez allí, Jhasua se quitó la venda, y quedó sentado en el suelo, relajado y meditando. Fue allí donde recordó su pasado, quien era, de donde venía y qué había venido a hacer de nuevo. Se levantó enseguida del suelo, miró a su alrededor, tomó contacto con el lugar, y como si él mismo hubiese construido aquél monolito, comenzó a abrir puertas, a atravesar túneles, a subir, a bajar, a arrastrarse por orificios que comunicaban unas cámaras con otras, y así durante muchas horas. Sabía dónde iba. Por fin estaba allí, en el centro del Templo, en la Esfinge del León. Fue recorriendo con sus ojos la estancia, y unas lágrimas inundaron su rostro. El había estado allí hacía miles de años, y había guardado un gran tesoro en aquéllas paredes. Sabía también que no era el tiempo todavía de sacarla, pero el recuerdo entrañable de todos los hermanos que le acompañaron entonces, le llevó a tener un gesto de cariño hacia ellos llevando su mano derecha hacia una de las paredes del templo, acariciándola. La vibración de Jhasua fue identificada, y las paredes se pusieron a temblar. No era el tiempo señalado para su activación, y todos los resortes de seguridad se desataron.
Dejaron a Jhasua exhausto, sin fuerzas y totalmente bloqueado. Consiguió salir del Templo, pero al volver a la Gran Pirámide, y totalmente debilitado, tuvo que enfrentarse a todas las fuerzas oscuras que vivían atrapadas entre aquéllas piedras. Fue una lucha atroz en la que creyó morir, y en el momento más álgido, Jhasua se acordó de sus hermanos, y el Corazón de todos ellos fue en su ayuda. En aquél momento una gran luz le envolvió y lo sacó de allí, dejándolo en mitad del desierto.
Cuando terminó de contármelo, mi rostro estaba inundado de lágrimas, y él me abrazó. Cuando me lamenté de no haberle podido ayudar, él me aseguró que mi corazón estuvo allí, y que era mucho más guerrero que Camaleón. Yo no entendí, pero era lo que menos me importaba. Lo único que deseaba era ayudarle en ese momento, con mis conocimientos y con mi amor y cariño.
¿JHASUA ERA JUDÍO PRACTICANTE? ¿TE HABLÓ ALGUNA VEZ DE DIOS?
¿Quieres decir que si ejercía de judío? Yo nunca le vi acudir a un sitio religioso, ni siquiera al templo, aunque dicen que sí lo hizo, pero yo no fui testigo de ello. No era de costumbres..., más bien se las saltaba todas. Ignoro si en su familia seguían los ritos, ya que nunca llegué a compartir con ellos. Pero si me preguntas, te diré que creo que no, que no era practicante, ya que Jhasua no tenía religión, y ya te contesto también a la segunda pregunta. Nunca me habló de Dios, pero sí de nuestro Padre. Para él no existía el premio ni el castigo, ni el dolor ni la alegría..., él todo lo resumía en ignorancia y conocimiento. El conocimiento y la consciencia de que uno mismo forma parte del UNO, del Padre, y como consecuencia, servidor y servido del Amor, y la ignorancia de la creencia de que somos los hijos malos, merecedores del castigo de un Dios justiciero al que se teme, y que como consecuencia nos aboca al miedo y a la desesperación.
Para él, el Padre y su Corazón eran UNO, así como el Corazón de todo hombre con el Padre son UNO.
Él nunca hablaba del Cielo, sino de nuestra CASA. Tampoco hablaba del fuego eterno, sino de la culpa, del sentimiento de culpa que tiene el hombre en su corazón, y como no sabe perdonar ni perdonarse a sí mismo, se condena al sufrimiento. Pero te vuelvo a decir, que yo entonces, aunque tenía una apertura de consciencia notable, había muchas cosas de las que me hablaba que me sonaban bonitas y me las creía porque me las decía él, pero no las podía asimilar. Hoy sí. Las comprendo, y te diré más aún, sé lo que sentía él en su corazón, porque ahora yo siento lo mismo. Han pasado veinte siglos, pero para el espíritu, como para el amor, no existe el tiempo, sino los instantes. Espero haber contestado a tus preguntas. La verdad es que no puedo decir mucho más.
¿QUÉ PENSABA DE LOS ROMANOS?
Nada especial. Para él eran seres humanos, hermanos que estaban experimentando y trabajando en esta gran Obra de la Vida, y que en aquellos momentos polémicos, les había tocado hacer el papel de dominadores. El, aunque judío, no se sentía dominado ni prisionero del Imperio Romano, porque era totalmente libre. Sabía quién era, de dónde venía y hacía dónde iba. Todo lo demás era el decorado de esta Gran Obra del Hombre. Hablaba mucho con ellos, con gente de otras culturas, con ladrones, con nacionalistas, con prostitutas..., él nunca se quedaba con la apariencia del personaje, sino con su esencia, con su corazón, con sus sentimientos, preocupaciones, ilusiones, anhelos, tristezas... Él se alimentaba de la esencia del hombre, y entregaba a su vez su esencia al mundo. Tenía un carácter tan extraordinario, directo y noble, que nadie rechazaba su compañía. Él nunca juzgaba. Callaba, escuchaba, comprendía y sonreía y a veces como colofón, abrazaba. Tuvo muchos problemas por ello, ya que intentaron relacionarle con núcleos de la población demasiado partidistas.
¿CUÁNDO DEJÁSTEIS DE RELACIONAROS?
Mientras vivimos, nunca... Después de aquél encuentro a su regreso de Egipto, estuvo un tiempo en su casa descansando y seguimos viéndonos. Luego él comenzó a viajar por Israel, que no era tan grande el territorio como ahora. Había entonces otros pueblos y culturas, sin contar, desde luego, a los romanos.
DICES QUE MANTUVISTE LA RELACIÓN HASTA QUE MATARON A JHASUA... ¿CÓMO VIVISTE DESPUÉS DE AQUELLO?
Ante todo quiero aclararte que no le mataron. El eligió ese camino, nadie le obligó. Si él no se hubiera entregado, ellos no habrían podido quitarle la vida. El entregó su vida, no se la arrebataron. ¡Es muy distinto! Y por mi parte..., no sé cómo habría podido ser mi vida sin él de haberle sobrevivido. No fue así. En el momento más álgido de Jhasua en el Gólgota, yo caí como un saco roto al suelo. Mi corazón se hizo mil pedazos. Pero no nos adelantemos a los acontecimientos, que todavía queda mucho hasta llegar a ese momento.
SÍ, PERO CUANDO COMENZÓ A VIAJAR POR ISRAEL... ¿TÚ QUÉ HICISTE, CÓMO PODÍAS SEGUIR RELACIONÁNDOTE CON ÉL?
En un principio lo tuve muy difícil. Yo ya era una mujer. Antes, con 17 años, la mayoría de las jóvenes ya estaban casadas y con hijos. Mi padre y mi hermano querían casarme, con un romano o con un judío, pudientes y de familia noble, claro..., pero yo tenía muy claro lo que quería. Anhelaba ser libre de ataduras y responsabilidades. Yo no quería a ningún hombre. Tan solo había uno en mi corazón, y tampoco le veía a él como hombre, sino como un hermano y un amigo muy especial. Entonces mi padre, me dio de plazo dos años para que me lo pensara y reflexionara, y si después seguía con mi actitud, tendría que abandonar su casa.
Esos dos años, como pude, y no fue fácil, hice alguna que otra escaramuza y le buscaba allí donde estuviese. En los primeros momentos, Jhasua siguió ganándose la vida con su trabajo allí donde iba, lo imprescindible para poder vivir. El resto del tiempo lo dedicaba por entero a estar entre la gente, enseñando todo aquello que llevaba dentro, y que había aprendido en culturas distintas. Sobre todo ejercía de terapeuta. Cuando nos encontrábamos, estábamos juntos unos días, y luego yo tenía que volver a casa.
¿Y POR QUÉ NO TE FUISTE DE CASA DE TU PADRE Y TE MARCHASTE CON ÉL?
¿Crees que no deseaba hacerlo con toda mi alma? ¡Y menos mal que no lo hice...! Sabiendo lo que pasó tiempo después entre los sacerdotes y Jhasua, me alegré no haberlo hecho. Mi padre me hubiera buscado, y habría provocado serios problemas a Jhasua antes de hora. Pero en un principio, lo que me retuvo en casa, no fue eso. Yo sabía que él había tomado una decisión muy importante, y entendía el por qué lo hacía, pero no comprendía el mensaje que quería entregar a la gente. Yo le seguía siempre que podía, pero a él, para estar a su lado, no para escucharle, ya que muchas de las cosas que contaba y explicaba yo ya las sabía por él. Confieso que no prestaba mucha atención a lo que decía cuando hablaba a la gente. Mi interés era observar a esa gente, escudriñarles, intentar llegar a su corazón para saber qué motivos les movían para estar allí. Me preocupaba mucho Jhasua, y quería saber qué clase de gente le rodeaba. Y la verdad...lo que vi me confirmó el corazón tan inmenso que tenía para estar entre ellos.
Sí le hubiese seguido, le habría apoyado como amiga, pero no lo habría hecho en su misión, que en esos momentos, para él, era lo más importante. Yo siempre intenté ser coherente con mis sentimientos y principios. Pero al final lo conseguí, entendí lo que hacía y por qué, y aunque muy tarde ya, pero fue suficiente.
DIME... ¿QUÉ OPINABA JHASUA DEL SEXO, DE LAS MUJERES...? ¿TUVO ALGUNA VEZ NOVIA? ¿O UNA MUJER?
No fue un tema del que hablamos. Sobre el sexo... entonces era tabú..., ¿tú crees que se sabía algo del sexo...? ¡Si solo con hablar de él ya te condenabas! Entre Jhasua y yo siempre hubo una relación de profundo cariño. Nos abrazábamos, nos besábamos, pero como besa un hermano a una hermana. Nunca vi en la mirada de él un gesto, ni siquiera sutil, que denunciara una atracción sexual. El amaba, sencillamente, y si quería manifestarte un sentimiento, lo hacía, directamente, sin prejuicios, y este mismo comportamiento lo tenía con cualquier mujer que se cruzara en su camino.
Que yo sepa, no tuvo novia, al menos no hubo ningún compromiso. Él siempre buscó la libertad, para hacer aquello que le dictaba su corazón, y desde luego no era el formar una familia.
Y si tuvo una mujer..., tampoco lo sé. Yo en ningún momento, ni siquiera a lo largo de su vida más pública, le vi con una mujer más tiempo que con otra. Eso sí, le rodeaban varias, y todas le amaban. Se les notaba en su semblante y cómo le miraban. En realidad, creo que ellas eran el alma de aquél movimiento que había en torno a Jhasua. Los hombres se limitaban a escuchar, a seguirle, pero nada más.
Angel Haché.
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