HACIA UNA ESPIRITUALIDAD DE LOS SENTIDOS: LA CARA ES EL ICONO DE LA CREACIÓN
La cara humana es un milagro artístico. En esa superficie pequeña se puede expresar una variedad e intensidad increíble de presencia. No existen dos rostros idénticos. En cada uno hay una variación particular de presencia. Cuando amas a otro, durante una separación prolongada es hermoso recibir una carta, una llamada telefónica o intuir la presencia de la persona amada. Pero es más profunda la emoción del regreso, porque ver el rostro amado es entonces una fiesta. En ese rostro ves la intensidad y la profundidad de la presencia amorosa que te contempla y viene a tu encuentro. Es hermoso volver a verte. En África ciertos saludos significan «te veo». En Conamara, la expresión empleada para decirle a alguien que es admirado o popular es: Tá agaidh an phobail ort, es decir, «el rostro del pueblo se vuelve hacia ti».
Cuando vives en el silencio y la soledad del campo, las ciudades te sobresaltan. Hay muchas caras en ellas: rostros extraños que pasan rápida e intensamente. Cuando los miras, ves la imagen de la intimidad particular de su vida. En cierto sentido, la cara es el icono del cuerpo, el lugar donde se manifiesta el mundo interior de la persona. El rostro humano es la autobiografía sutil pero visual de cada persona. Por más que ocultes la historia recóndita de tu vida, jamás podrás esconder tu cara. Ésta revela el alma; es el lugar donde la divinidad de la vida interior encuentra su eco e imagen. Cuando contemplas un rostro, miras en lo profundo de una vida.
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