Es indudable que hay Índigo exitosos. Si se busca entre los ecologistas, los artistas plásticos y los músicos visionarios, los asistentes sociales, los maestros, los sanadores alternativos, los
cineastas y escritores de ficción, y hasta entre los técnicos de computación, los ingenieros y arquitectos; los capaces de crear belleza, de pensar en el futuro y construirlo aunque sea en un
rincón del garaje, allí están los que le ganaron la partida a la tercera dimensión. Los que miran a los robots, la inteligencia artificial y la Internet como una parte de sus vidas que les despeja de hacer el trabajo duro y les facilita el contacto con otras personas y la expresión de su creatividad, son los exitosos.
Ellos sostienen la energía para todos, alentando el cambio y recuperando a los que se perdieron por el camino. La cualidad de interconexión que todos tienen surte su efecto, tarde o temprano y los Índigo reciben el llamado en su interior. Lo más importante es advertir que no se está solo, que los obstáculos que pudieron aparecer e interrumpir el propósito de vida pueden ser despejados. Y que los que vienen detrás (ahora niños o adolescentes sometidos a condiciones peores) necesitan de la experiencia y el apoyo de los adultos para continuar el proceso de ascensión de la Tierra.
Pretender que por sí mismos puedan sobrellevar las dificultades actuales, un mundo lleno de experiencias negativas, puede ser una creencia omnipotente. Un niño Índigo negado de sí y sin experiencia espiritual no va a ir mucho más lejos que cualquier persona sin experiencia
espiritual. Puesto a vivir en la pobreza, peleando por un lugar en la calle, sin educación y sin proyecto de una vida mejor, puede convertirse en un delincuente muy creativo. Expuesto a una vida consumista, sin valores éticos, puede conducirlo a la autodestrucción por adicciones. Un Índigo no valorado también puede ser un fracasado autosuficiente.
FUNDACIÓN ÍNDIGO
Teresa Sánchez Taborda
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