miércoles, 14 de junio de 2017

INDIGO.- Aportes hacia una nueva realidad


Aportes hacia una nueva realidad
Patricio Pérez Espinoza

Todos y cada uno de nosotros somos ángeles con una sola ala, y únicamente podemos volar
abrazándonos los unos a los otros
Violeta Veliz
Hablar de las profecías resulta curioso e interesante, pero cuando tú eres parte de éstas, las cosas cambian.

Este relato intenta incorporar de forma cronológica los episodios que de alguna manera quedaron grabados en un plano más consciente o sencillamente más fácil de ponerlos en
palabras. Como profesional de la psicología e interesado en técnicas que permitan un apoyo eficaz en las diversas situaciones que atravesaban mis pacientes, recorrí la teoría de gran número
de escuelas psicológicas que hasta ese momento tenían respaldo científico. En este conocimiento y su aplicación faltaba algo. Sin tener más apoyo que mi esperanza por obtener más
conocimiento, un día cualquiera me senté en mi consultorio y desde mi mente salió esta necesidad cargada de sentimiento, fue una fuerza propia de aquel que necesita algo para ganarle
a la necesidad, antes que el tiempo lo transforme en ansiedad y frustración. Este pedido fue escuchado, hasta el momento no sé por quien.

 Surgieron otras formas de ver la situación humana, llegué a comprender que lo humano no sólo es lo relacional y comportamental, que además de las conocidas áreas del desarrollo humano existía otra: la espiritual, misma que hasta aquel momento sólo la había tomado como una fuerza
que la utilizada en aquellos pacientes donde su religiosidad tenía un significado importante en sus vidas.
Cierto día llegó a mi consultorio un paciente de unos doce años. En aquel tiempo mi trabajo lo realizaba con procesos prehipnóticos e hipnóticos. Cuando indagué el posible suceso que motivó el trauma, surgió desde su inconsciente un relato que no tenía los contenidos esperados; este relato se refería a una muerte anterior que él había sufrido. Este hecho me interesó mucho
porque yo no tenía ningún conocimiento anterior sobre la reencarnación, sin embargo seguí el proceso e intente investigar más. Los elementos fueron interesantes y con estos datos averigüé si era verdad o si los contenidos eran producto de la imaginación de la edad. Mi sorpresa fue que al estudiar el caso, tenían validez los hechos en el tiempo y en los personajes descritos.
Esta experiencia la reforzó un texto que en aquellos momentos contaba las situaciones vividas por un psiquiatra con sus pacientes, cuyo tema era Muchas vidas, muchos sabios del Dr. Brian Weiss.

Al leer este libro, comprobé lo que había sucedido con mi paciente; desde ese momento
nació para mí una forma diferente de ver la psicología; empecé a trabajar con la técnica de hipnosis regresiva a otras vidas. Es así como me acerqué, en aquellos tiempos, a otra forma de
hacer psicoterapia.
No sólo era el conocimiento profesional lo diferente, mi inquietud investigadora fue creciendo y con ésta una forma diferente de sentir la vida. Desde mi experiencia personal vivencié situaciones que hasta ese momento eran parte de la literatura de libros de parapsicología, como experiencias fuera del cuerpo, viajes astrales y sueños premonitorios.
En esta actividad, me encuentro especialmente con niños que tenían mucha facilidad para recordar escenas de una vida anterior, contactar con seres de Luz, con ángeles guardianes.
Además, lograban entrar en estados meditativos y ser capaces de realizar acontecimientos considerados como paranormales.

Indudablemente, algo estaba pasando, la diferencia de estos niños y niñas con nosotros los adultos era evidente; pero ¿de qué se trataba?, ¿quiénes eran?, ¿era casualidad el haberme
encontrado con estos niños? En aquel momento sólo me quedé con el fenómeno en sí.
Posteriormente, conocí de ciertos niños con características psicológicas diferentes a lo considerado normales que los llamaban niños Índigo, seres de capacidad y condiciones
extraordinarias.
El trabajo con estos niños y niñas me confirma que el cambio ya está presente, que los adultos debemos dejarnos llevar por esta energía sutil llamada Índigo; ellos son los sabios, ellos son los
viejos; somos nosotros los que debemos aprender. Los adultos somos los responsables de guiar de una manera adecuada a estos niños, ellos ven las cosas de una forma más sensible, respetando
más a la naturaleza y a todos los seres vivos. Harán que nosotros busquemos nuevos sistemas educativos, sociales, políticos y religiosos que se apeguen a ese criterio.
Desde el trabajo psicoterapéutico con estos niños y niñas, los resultados son rápidos porque ellos reconocen que son seres de amor, que vibran bajo esta energía, y que todo lo que se aleje de esta forma natural daña su esencia. El trato duro y alejado del amor provoca en ellos aislamiento, incertidumbre, inseguridad, falta de credibilidad en el adulto, para ellos es muy negativo no ser entendidos.
Para lograr resultados es necesario involucrar a los padres y en lo posible a los educadores de estos niños y niñas. Ya no podemos etiquetar a todo niño inquieto, que no atiende a clase, o que
se distrae, de hiperactividad o déficit de atención; estos diagnósticos apresurados marcan una forma de ver al niño, sin tomar en cuenta su entorno, mismo que muchas veces raya en el
tradicionalismo y la monotonía. Pensar que el problema está en los niños es más fácil de aceptar, que reconocer que nuestro sistema educativo está fuera de tiempo y el tipo de metodología ya no es válido para los niños de esta nueva era.
Además, se corre un gran riesgo al tener como herramienta de apoyo, para los llamados hiperactivos, a un fármaco como la Ritalina, que puede causar adicción y transformar al niño o
niña en un ser sin criterio, que satisface las angustias y necesidades de ciertos padres y maestros.
Los niños Índigo necesitan que su energía esté dinamizada y para ésto es necesario que se contacten con la honestidad, sinceridad y otros valores humanos, así como encontrar seres que
les brinden estas maneras de sentir y vivir. Encontrar lugares donde se respire vida, donde se respire amor, todo ésto les da fortaleza y seguridad, ésta es la esencia de ellos y tenemos que
aprender a respetarles y apoyarles.
El problema no está en los niños, no son ellos los que tienen que acudir al psicoterapeuta por ser como son. Somos los adultos, los padres, los maestros, los que debemos entender que estos
niños traen en sus códigos un despertar a la conciencia, una nueva forma de mirar la vida, ellos son el cambio y el cambio es ahora.

FUNDACIÓN ÍNDIGO

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