miércoles, 14 de junio de 2017

INDIGO.- LOS ÍNDIGO, SANADORES NATOS.


Este artículo no pretende hacer un ensayo especializado sobre la sanación energética y sus variadas formas. Únicamente es testimonio de una fenomenología que en varias oportunidades he conocido, sea por experiencia personal o por referencia: los niños Índigo son sanadores natos.
Así de directo, así de cierto. No pretendo decir con ésto que todos los tipos de Índigo son sanadores energéticos, pero sí en un alto porcentaje.
Por otro lado, he constatado en mi consultorio que estos niños son especialmente receptivos a las terapias de tipo energético, desde el Reiki (sanación por imposición de manos) hasta el Qigong (gimnasia respiratoria taoísta), pasando por el Tui Na (masaje energético), el Shiatsu (digitopuntura japonesa) y la meditación terapéutica.

 Empecemos por definir el término “sanador”. Su concepto dista mucho de la idea de “curandero” o de “hechicero”, si bien así se lo llamaba en tiempos remotos. En la acepción que se maneja hoy en día, el sanador es un terapeuta o facilitador que permite la transmisión o canalización de energía sanadora del universo hacia el paciente. Para ésto hay que partir del postulado de que todas las cosas en el cosmos están regidas, o mejor, están inmersas en una
energía, la que es inherente e intrínseca a todos los seres. Esta energía se manifiesta de distintas formas en el plano tridimensional, algunas de las cuales son materia de estudio de la Física, otras
de la Metafísica. Así, el movimiento implica energía, al igual que la temperatura y la electricidad, del mismo modo que los pensamientos y los sentimientos.

Todo es energía. Esta es una fuerza capaz de influir en cualquier cosa y a cualquier nivel. Por este motivo incide en los campos eléctricos, como en el caso de la fotografía Kirlian, y en los campos magnéticos pudiendo, por ejemplo, influenciar en el desplazamiento de la aguja de una brújula, como lo hace la psíquica rusa Kuligina. Puede influenciar en acciones químicas (por ejemplo, causar una enfermedad o curarla), en procesos mentales (curando patologías mentales o estimulando la capacidad de meditación) y en muchas otras cosas más.
Se puede argumentar mucho sobre cómo llamar a esta energía vital y de dónde proviene. Para unos autores proviene de Dios, para otros es impersonal, es decir, proviene del universo. De igual forma, su nombre cambiará en la misma proporción que vertientes hay sobre el tema. El nombre sánscrito es Prana; los hunas de Hawai la llaman Mana; los rosacruces la denominan Nous; Wilhem Reich la llama Orgón; para Reichenbach es Fuerza Ódica y para Edgar Cayce es Fuerza Creativa; los chinos la llaman Qi (se pronuncia Chi); Ki para los japoneses, y así podríamos completar una lista enorme de palabras con similar significado. Se utilizan también términos como Fuerza Cósmica, Energía Creativa, Fuerza Vital, Poder de Cristo o Espíritu Santo.

Yo, por mi lado, llamo a este poder simplemente La Fuerza. Por esta razón existen muchas escuelas o estilos de sanación energética, a pesar de que su principio es el mismo. Por ejemplo, si estudiamos el Reiki de la escuela tradicional japonesa o Usui Shiki Ryho, actualmente muy difundido en todo el mundo, no observaremos mayores diferencias con los principios de la sanación pránica de la India. Lo mismo podemos constatar en los métodos “occidentales” de sanación desarrollados por los terapeutas Gerald Loe, Dolores
Krieger o Dora Kunz. Tal vez se den pequeñas variantes en su metodología, pero su esencia se mantiene.
Volviendo a los niños Índigo, ellos no se “complican” por aplicar tal o cual método o por explicarse su origen. Como dije al principio, ellos son sanadores natos. Se rigen por su aguda intuición antes que por una metodología definida, hasta cierto punto “impuesta”. Sus dotes como canalizadores de energía son espontáneas en ellos, es decir, no necesariamente tienen que ser
aprendidas. Ésto posiblemente se debe a que su vibración es más elevada que el común de las personas. Ésto no excluye que se potenciaría aun más si estudiaran el manejo de energía sanadora de forma metódica y ordenada.

Conocí el caso de un joven que se encontraba sometido a grandes depresiones de orden emocional debido a diferencias y choques frecuentes con su padre. Un día se encontraba sumido en una profunda crisis de llanto en el patio de la casa, después de una agria discusión con su padre. Sin notarlo, su pequeña hermana, en aquel entonces de tres años de edad, se aproximó y lo tocó en la cabeza. El joven sintió que su tristeza se diluía casi de inmediato. Sorprendido la miró y asegura, hasta el día de hoy, que percibió en los ojos de ella una certeza, como que sabía exactamente lo que hacía.
Otro caso es el de una madre que sufría recurrentes cefaleas y jaquecas. Su hija, de cinco años de edad, en una oportunidad le dijo “mami, ya no te quejes, yo te voy a curar”. Acto seguido puso sus manos sobre la zona de su nuca y realizó un suave masaje de arriba hacia abajo. La madre asegura que desde esa ocasión sus dolores disminuyeron gradualmente hasta desaparecer.

Estos pequeños ejemplos son indicadores que demuestran que sus dotes de sanadores tienen alcances en todos los “cuerpos” del individuo (físico, mental, energético, aúrico, etc.), tal cual se
trataran de Maestros Reiki completos. Ésto se sustenta debido a que para la transmisión de la energía sanadora sólo se necesita de la voluntad, de la intención.
Sin embargo, en este punto quisiera advertir a los padres que hubiesen notado este don en sus hijos Índigo, que por ningún motivo se debe “abusar” de este poder, es decir, convertir a los
pequeños en atracción familiar o en fuente de lucro gracias a sus sanaciones. Por principio, es una irresponsabilidad permitir que un adulto, y mucho menos un niño, que de forma espontánea maneja ciertos niveles de canalización energética, pongan “a prueba” estos dones con enfermos, como si fueran terapeutas entrenados. Recalco la importancia del estudio serio y metódico de cualquier forma conocida de sanación energética, ya que de esta forma se evita el riesgo de absorber energía estática residual de los enfermos. Todos los métodos tienen técnicas para canalizar de mejor manera la energía, así como para proteger al terapeuta de posibles
“contaminaciones”, por llamarlas de alguna forma, que pueden llegar a ser muy nocivas en el plano físico y psíquico.

El manejo energético no es un juego. Es un compromiso y una gran responsabilidad. Yo he atestiguado casos en los que el sanador, por falta de entrenamiento, por un déficit en su Fuerza, por presencia de una energía demasiado densa para ser manejada por él solo, entre otras razones, empiezan a debilitarse e incluso llegan a presentar los mismos síntomas que tiene el paciente que están curando. Disciplinas como el yoga y las artes marciales ayudan a fortalecer La Fuerza, porque la persona se adiestra en el manejo de su energía mental y espiritual, puliéndose como canal de transmisión y, por ende, de sanación.
En la misma medida en que son excelentes canalizadores, también son muy sensibles a la energía sanadora que entra en ellos. Por ésto es que responden de forma muy positiva a este tipo de terapias. Se puede especular eternamente sobre la razón para que ésto suceda, con argumentos que sustentan tesis de orden esotérico, mesiánico, genético, psíquico, entre otros. Mi observación y seguimiento de algunos casos me permite afirmar, aunque no de forma absoluta,
por supuesto, que su receptividad se debe principalmente a su nivel de apertura de los chacras.

Aclaremos este punto. Los fisiólogos occidentales han limitado su atención a la parte del cuerpo físico lo suficientemente densa para que la vean los ojos, y la mayor parte de ellos desconocen
probablemente la existencia de aquel grado de materia, todavía física, aunque invisible, que los teósofos denominan etérica. Esta parte invisible del cuerpo físico es de suma importancia, porque es el vehículo por el cual fluyen las corrientes vitales que mantiene vivo al cuerpo y sirven de puente para transferir las ondulaciones del pensamiento y la emoción desde el cuerpo astral al cuerpo físico. Bajo ciertos estados de contemplación o meditación un individuo puede “activar” sus cualidades clarividentes y percibir este doble etérico como una masa de neblina gris violeta o azul eléctrica, débilmente luminosa, que interpenetra la parte densa del cuerpo físico y se extiende un poco más allá de éste. Esta es la primera capa, la más cercana al cuerpo denso, que se percibe en el aura.

Los chacras son puntos de conexión o enlace por los cuales fluye la energía de uno a otro vehículo o cuerpo del ser humano. Bajo la visión clarividente aparecen en la superficie del doble etérico en forma de depresiones semejantes a cuencos o vórtices. En el hombre común se visualizan como círculos de unos cinco centímetros de diámetro que brillan mortecinamente. En los adultos de conciencia elevada -que han trabajado arduamente buscando el despertar de estos centros con disciplinas como el kundalini yoga, el tai chi chuan –qigong y la meditación, por citar algunos–, aumentan de tamaño y se les ve como refulgentes y coruscantes torbellinos a manera de pequeños soles.
En un alto porcentaje de niños Índigo los chacras aparecen de esta forma, como ruedas agrandadas y luminosas, de forma indistinta entre los siete básicos que tiene el cuerpo humano, es decir, que unos están más estimulados que otros. Ésto explicaría su receptividad exacerbada a la influencia energética del entorno.

También explica parcialmente las cualidades Índigo, atribuidas a estos niños.
Examinemos esta tesis. Nuestro desarrollo se mueve hacia arriba a través de estos chacras. Los seres humanos comunes suelen actuar basados en el primero (raíz) y segundo (esplénico) chacras, por medio de la satisfacción de los instintos básicos y de los deseos. Los Índigo que se perfilan como líderes políticos actúan en base al tercer chacra (umbilical), expresando su instinto de poder. Los Índigo que serán sabios y maestros más evolucionados ven el mundo a través del cuarto chacra (cardíaco), el del amor y la compasión. Conforme se estimulan los chacras correspondientes a los niveles más altos, la experiencia es más profunda y amplia. Por esa razón, cuando se realiza una terapia energética, se pone especial cuidado en trabajar sobre el quinto (laríngeo), sexto (tercer ojo) y séptimo (coronario) chacras. Estos están relacionados, respectivamente, a los pensamientos elevados, la visión interna y la conciencia superior.

Con el conocimiento de los Índigo en su faceta de sanadores energéticos, así como de pacientes de este tipo de terapias, se sienta el precedente del poder y a la vez de la vulnerabilidad que ellos
tienen. Una correcta guía en este campo podrá potencializar responsablemente sus cualidades innatas, tornándose en un efectivo aporte para la nueva humanidad.

Ney Yépez Cortés
FUNDACIÓN ÍNDIGO

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