miércoles, 7 de febrero de 2018

POR EL ESPÍRITU DEL SOL.- CAP. 8: LAS ENERGIAS DE LA SOMBRA


Lattakié - Hotel M. - 21.45 h. - 25 de julio.
Esta noche, como todas las noches, ante el misterio del silencio que se desliza en nosotros, la pared de nuestra habitación empieza a irradiar. Y, sin embargo, esta vez las cosas son diferentes. De su luz no surge ninguna voz. Sólo viene hacia nuestras siluetas sentadas en el suelo. Pero quizá sean más bien nuestras conciencias quienes avanzan hacia la realidad de la luz, como la de Alicia cruzando el espejo. No obstante, no nos habita ningún deseo, ninguna voluntad que pueda poner trabas al papel que se nos asigna claramente: el de eclipsarnos y grabar todo en nosotros, con la precisión del orfebre y la neutralidad del monje copista.
En unos segundos, el raudal de claridad blanca se ha vuelto más denso; estamos en su centro y parece que se agitan formas todavía imprecisas pero que, poco a poco, se disponen a formar un decorado. Un instante más y todo se habrá estabilizado.
Ahora, los ojos de nuestra alma están suspendidos en algún lugar en el corazón de una extensión de nieve y de hielo. Sopla el viento, llevándose con él nubes de cristales inmaculados. Hay árboles por todas partes, grandes bosques de coníferas, completamente blancos y petrificados por el frío. Nuestras miradas quisieran abarcarlos, palpar en ellos algún indicio de vida, pero parece que, en el horizonte lechoso, el Cielo y la Tierra se hubieran fundido uno en el otro desde el Comienzo de los tiempos.

Aun así, poco a poco se empieza a oír un ruido, el de algo mecánico y poderoso que se desliza entre los troncos aletargados. Es un pequeño vehículo, semiblindado y dotado de orugas. Pasa ante nosotros con un ronroneo insistente, y, como si identificara alguna ruta que sólo él conoce, desaparece otra vez entre los
árboles. Pero ahora nos sentimos atraídos hacia atrás y el paisaje cambia, como empujado por un torbellino.
Distinguimos grandes edificios de tejados planos hundidos en la nieve en sus tres cuartas partes. Ante los enormes bloques de hielo que se han formado a su alrededor, esperan tres o cuatro vehículos similares al que ya hemos visto, colocados en riguroso orden. Hay otros signos de presencia humana: tres antenas parabólicas, de distintos tamaños, giran lentamente sobre plataformas, imperturbables bajo las ráfagas de viento que todo lo azotan a su paso. Semejan los radares de alguna base militar, pero no hay ninguna bandera en ninguna parte, ningún color, ningún indicio para sugerir la menor misión científica. Todo es invariablemente
blanco, blanco y, helado bajo el cielo que por momentos adopta trazas de plomo.

Sin comprender el motivo, pero con pesada insistencia, en la pantalla de nuestra alma ha aparecido intermitentemente la forma sucinta y sombría de una mano. Es una mano torpe, o al menos esquemática...
Hay en ella algo, no sabemos decir qué, que no es del todo humano, o es tal vez de un robot, y que acaba creando una insoportable sensación de náusea. Ahora necesitamos respirar de verdad... ¿Qué necesidad nos ha atraído hasta aquí? ¡Nos lo preguntamos!

«La necesidad de no cerrar los ojos ni siquiera a una onza de vuestra Tierra, amigos; la necesidad de no pasar por alto las siluetas de la sombra a las que la masa de los hombres deja crecer cada día un poco más en su planeta.»
La inmensidad del frío ha desaparecido de golpe, desintegrada por los acentos de la voz que renueva su cita. Todo va a continuar en el seno de la luz, tan sencillo, tan apacible, y con tanto vigor...
«En la superficie de vuestro mundo, hay fuerzas cuya presencia ya no resulta admisible pasar por alto hoy en día. Las imágenes que se os han impuesto son un simple reflejo de ello. Con ello, quiero haceros tomar conciencia de que el aspecto encarnado de las energías de la Sombra no pertenece al campo de los mitos. El
objetivo de las palabras que voy a depositar en vosotros no es suscitar miedo ni alimentar esa dualidad agotadora que consume a la humanidad entera. Su voluntad es arrojar luz sobre ese otro rincón de penumbra que cada uno de vosotros se niega a mirar de frente. Mis palabras quieren denunciar la impostura y el abismo con palabras sonoras que llamen a la acción. Debéis saber... porque ya no está permitido hacer caso omiso de los múltiples rostros de la enfermedad que consume a la Tierra.
Desde hace mucho tiempo, hay en vuestro mundo un pueblo de seres cuyo ego es comparable con un bloque de piedra aún sin desbastar. Esos seres no sólo se parecen a vosotros, sino que también viven un poco en todos vosotros por el poder de su psiquismo. Proceden de los confines de vuestro universo, y al
desequilibrio de su esfera de vida los ha obligado a encarnarse bajo otros cielos para perfeccionar su evolución.

No los convirtáis en demonios venidos a reducir a la nada a la humanidad terrestre; vedlos solamente como hombres que tienen un pasado distinto del vuestro... pero el mismo destino. Por ahora, están enfermos, padecen orgullo, han contraído el virus de la dominación, un virus que sólo hace mella en un terreno vacío de
amor, carente de simplicidad. Por eso algunos de vosotros se han doblegado ante él y lo han invitado a su interior. Esos hombres son una prueba para el conjunto de vuestra humanidad. La fuerza de su intelecto se ha desarrollado más que la vuestra, y así, sin siquiera saberlo, obligan a vuestro corazón a la reacción, a la tensión o a la completa floración. Por eso mi Padre ha permitido su implantación en este planeta, para que la maduración se realice, para que, al fin, el libre albedrío sea su fantástico agente.

Vuestra conciencia acaba de ser arrastrada al continente americano y las imágenes captadas son las de algún lugar perdido en las soledades de Alaska. Si he querido que tuvierais conocimiento de semejante lugar, es para que, sin necesidad de entrar en detalles penosos, seáis testigos de la implantación concreta de algunas investigaciones científicas realizadas desde hace decenios por los poderes del no-amor. Los edificios que habéis visto, medio sepultados en los hielos, forman parte de una gran cadena de laboratorios y de centros de estudio extendida por el conjunto de vuestro planeta, y cuyo objetivo es la dominación psíquica de la
población humana y el control de los elementos naturales tales como el clima. A algunos ya se os ha proporcionado esa información, pero hoy en día es importante que ésta reciba una difusión más amplia.
Pequeñas islas perdidas en pleno océano y bases subterráneas han sido dedicadas secretamente al objetivo exclusivo de esclavizar las energías planetarias y humanas; asimismo, se han fletado algunos barcos con este objeto, y ahora surcan todos los mares.
Desde hace varios años, y bajo mil aspectos diferentes pero convergentes, la humanidad empieza a tener conocimiento de la irradiación de los hermanos de la Luz, hermanos de Shambhalla. Esta toma de conciencia refuerza ya, por cierto, la acción de algunas decenas de millones de hombres y mujeres; sin embargo, los que se ponen o quieren ponerse enteramente al servicio de la fuerza de Amor no pueden seguir desconociendo el impacto de lo que se podría llamar el antiShambhalla...
La Sombra es ante todo una energía, pero no olvidéis que, a menudo, la energía tiene necesidad de encarnarse. Éste es el caso. A imagen de vuestros hermanos de la Luz, los hermanos del amor pobre obran soterradamente desde hace millones de años, no por atracción hacia el mal -ya que la dominación, el poder y el perfeccionamiento de una sola y única raza les parece un bien-, sino para convertir el planeta en un lugar de satisfacción de sus necesidades mentales y físicas. Nunca hasta ahora su proyecto había alcanzado tal desarrollo como recientemente tras la etiqueta nazi. Semejante etiqueta ha desaparecido en parte, porque ha
acabado por asustar a los hombres... Pero, ¿qué es una etiqueta? Una fuerza resuelta a imponerse puede llevar cuantas guste, según el viento que sople, pues nadie ahoga una idea borrando su nombre. Por lo tanto, os lo digo: el poder nazi está más presente que nunca en vuestra Tierra. Se ha cubierto de adornos honorables y se ha perfeccionado en el dominio de una tecnología que pronto será capaz de modificar los climas, y por lo tanto el equilibrio económico de las naciones.

Se basa también y sobre todo en la escasa resistencia física y emocional de un gran número de seres que están en resonancia con lo que se podría llamar "cierta longitud de onda".
No os sorprendáis, amigos, al oír estas palabras de mi boca; he venido tanto para actuar tangiblemente como para enseñar, y es necesario decir todo lo que puede ser dicho. Toda toma de conciencia de una realidad se debe entender como un bien, aun cuando suscite una turbación pasajera.
Lo importante, entre otras muchas cosas, es ayudar al mayor número posible de seres a elevarse por sí mismos por encima de la longitud de onda nociva. Así que ha llegado la hora de que todos vosotros admitáis la urgencia de acceder a una frecuencia de vida diferente.
El nazismo se ha propagado por todas las latitudes, y la única posibilidad que tienen vuestras civilizaciones de no verlo reaparecer a plena luz bajo otra apelación más insidiosa es libraros todos del "espíritu de masa" que las ideologías cultivan sabiamente en vosotros. Ahora es vuestro corazón quien debe haceros actuar... Y las cosas no podrán ser así si no salís del círculo de argumentos de los medios de comunicación, ya sean filosóficos, políticos o dogmáticos. Oigo que muchos de vosotros están seguros de ver las cosas con claridad, convencidos de no caer en la trampa de las fuerzas sombrías. Pero os afirmo lo siguiente: no todos los nazis
supieron que lo eran, ni lo que significaba el nazismo. Muchas veces, los hombres y mujeres que apoyaron ese movimiento eran a menudo hombres y mujeres que se os parecían, que creían "actuar bien". No sabían que, en realidad, eran los trampolines inconscientes de una fuerza que los sobrepasaba infinitamente.

Una parte de vosotros, hombres de la Tierra, aún carece de madurez suficiente para evitar el mismo abismo ya que, estad convencidos de ello, el aspecto del obstáculo será cambiado con habilidad. Que eso no siembre el pánico en vuestros espíritus... Por el contrario, cuando se acomete la tarea de desgarrar el velo, de quitar la venda de los ojos, cada ser se puede estremecer de alegría. Huir de los falsos sosiegos, abrir los ojos tan grandes como la grandeza de la luz es siempre una floración de uno mismo.
Mis hermanos y yo no queremos sino enseñaros la floración. La tarea que os vuelvo a proponer para esa sonrisa dirigida al sol no recurre al empleo de herbicidas que destierren las malas hierbas, sino a la preparación, la resuelta purificación del terreno. Por consiguiente, remito a cada uno de vosotros a sí mismo, y no al asalto de alguna estación perdida en las nieves o de algún islote borrado de todas las cartas marinas.
Remitir un alma a sí misma significa hacer que sepa firmemente lo que quiere. La tibieza ya no es admisible; nunca lo ha sido para quienes han decidido escalar la montaña de sus miedos. Por lo tanto, si vuestro corazón está anclado en lo que quiere para la instauración de una era de amor y de sabiduría, actuáis ya sobre la tierra, ya no sois un amplificador de brumas, un destilador de ondas hipnóticas. Vuestra tarea no consiste en combatir con todas vuestras fuerzas contra organizaciones que poseen increíbles ramificaciones materiales; un número reducido de seres que han hecho esa dura elección se ha encargado de ello. Vuestra tarea es hacer que se pudra en vosotros toda resistencia al avance de la esperanza, hacer germinar a vuestro alrededor razones para tener confianza. Así, os pido, amigos, que reveléis en vuestro pecho la fuente de energía en la que el Ángel de paz se va a incorporar. Eso no significa en modo alguno una pasividad beata en el fondo de la cual "uno se convence de estar seguro de que todo se va a arreglar". Esperanza, Voluntad y Amor forman un excelente mortero..., pero el mortero sólo encuentra su función ante las piedras que se desea apilar. Vuestras
piedras van desde el primer paso que dais cada mañana, hasta el último vistazo que echáis cada noche al televisor. Son porosas o de granito, según lo que hayáis decidido hacer con vuestra vida o -no lo disimuléis según la calidad del viento que sople. Los hermanos de la Sombra han comprendido estos mecanismos y cada amanecer os ofrecen una suave brisa que adopta la forma de informaciones contradictorias, enfrentamientos anestesiantes e imágenes placenteras a fin de que podáis alimentar a vuestra naturaleza mental, emocional y física... y tener así un sueño más profundo.

Sólo necesitan eso... y, desde ese momento, creéis que el mundo
sólo puede estar hecho de eso, invariablemente. Dejad de soñar vuestra vida, dejad de soñar incluso que soñáis, ya que no basta con admitir que se sueña o se dormita para abrir los párpados.
Os propongo la reforma total que vuestra vida exige. Salid, pues, vosotros que me escucháis, salid del rebaño de las bocas que odian y pese a todo siguen al enemigo que se han forjado; demasiado habéis arrastrado los zuecos y agachado la cabeza mientras enseñabais los dientes. Hay un pastizal más allá de aquel en el que os creéis confinados. Los mil enfrentamientos de los que sois fieles instigadores, espectadores y actores, ya se desarrollan en la arena social o familiar, son los primeros actos que obtienen de vosotros los Hermanos de la no-luz. ¡Cuentan con vuestra participación al igual que vosotros contáis con vuestro sueldo a final de mes! ¿Seguirán obteniéndola durante mucho tiempo? Habéis estrechado tantas veces su mano, que vuestra muñeca se ha contraído en un gesto maquinal. Por todo eso, mis pies vuelven a hollar vuestro suelo, para que se rompan las costumbres, para que se aflojen los calambres del alma, los rictus del ego que acaba por llorar sin siquiera darse cuenta.
Os he hablado de un pueblo de hombres que han sembrado y después alimentado sabiamente los primeros elementos de la herrumbre que ataca a vuestro mundo. Esa información debía llegaros, pero os pongo en guardia contra el hecho de polarizaros en torno a ella. Sólo constituye un elemento de reflexión entre tantos.
Sería demasiado fácil para vosotros achacar la responsabilidad del estado de sufrimiento de la Tierra a un único grupo de hombres que maneja las palancas de ciertos mecanismos. Es cierto que esos seres son detonadores que se colocan hábilmente en las intersecciones del destino humano, pero ¿de qué sirve un detonador si no está conectado a todo un dispositivo que favorezca y acepte la explosión? Aunque os parezca imposible, el explosivo está almacenado en vosotros. Por lo tanto, no veáis aquí, ni en ninguna otra cosa, por un lado el bien, y por otro el mal, las víctimas y los verdugos. No hay lucha entre Dios y el Diablo, por la única razón que el Diablo no existe al mismo nivel que la Divinidad Absoluta. Es una invención de los corazones malheridos que se asfixian bajo su propia esterilidad, tras su montón de orgullos. La Divinidad Absoluta reside incluso más allá de la idea de Dios que podéis concebir en la más bella y más profunda de las meditaciones.
Su realidad contiene y resuelve en su seno los dos platillos de la balanza. El Diablo, por su parte, no es más que una energía desenfrenada generada por las formas de vida dispersas que parten en busca de la Vida. Es la masa informe de las suficiencias y los temores que cada uno de nosotros, partícula de fuego, siembra,
alimenta y encuentra de algún modo en su camino de libertad.
No lo consideréis sino como una enorme energía psíquica creada por las sucesivas capas de población en la superficie de los mundos. Es el magma pringoso surgido de todas las bajezas y al que todo el mundo puede dar cuerpo de un modo u otro según su fuerza y la polarización de su ser.

Quienes utilizan su espantapájaros, su nombre y el poder que su imagen puede conferir momentáneamente son ante todo seres enfermos, inmersos en una profunda y a menudo desesperada búsqueda de sí mismos.
Experimentan la penumbra en todas sus formas porque necesitan ir hasta el final del túnel para divisar la luz.
De vosotros depende precipitar el tiempo en que serán inundados por esa luz y en que ya no se reconocerán más que en Ella. Será el tiempo en que también vosotros, que creéis estar "del lado bueno", descubriréis la verdadera Luz y os reconoceréis en ella. La progresión de lo que llamáis el tiempo sólo depende de vosotros.
El tiempo es una medida perfectamente regulable, a lo largo de la cual podéis desplazaros y por la cual podríais descubrir la Paz en un solo segundo. Simplificadlo todo, no opongáis nada... Olvidad el lenguaje doble con el cual los fantasmas suceden a los fantasmas.
Las fuerzas del anti-Shambhalla, amigos, arraigan en vuestra voluntad de no unificar, y engordan con el placer que encontráis en clasificar cada elemento de la vida detrás de rótulos bien diferenciados. Son, en fin, fuerzas que recuperan hasta la menor potencialidad, es decir, hábiles disimuladoras capaces de adoptar el
vocabulario de la Luz.
Y sobre este punto preciso quiero insistir ahora, ya que sin duda alguna representa una de las características más sutiles por las que se introducen el desmembramiento y la confusión. La Sombra acaba de aprender a hablar de Luz, ya que ha comprendido que, más que en el pasado, hay oídos para recoger las palabras de paz. Por consiguiente, se apropia de sonoridades como la de Agartha, a la que intenta dar otro color convirtiéndola en una de sus consignas. Usurpa identidades y firmas, a fin de lanzar llamadas que serán
contraseñas para sus nuevos condicionamientos.

Habréis podido observar hasta qué punto hoy en día todo el mundo, en todas partes, utiliza el mismo vocabulario de paz y casi de amor. No hay ni un solo hombre con poder que no apoye su acción en la defensa de los principios de libertad, de tolerancia o de respeto a una fe. ¿Quién escucharía a un jefe de Estado o a un economista que no hiciera alarde de algún gran principio respetable? Pocos son los que declaran guerras a plena luz. Es bien sabido que los pueblos y los gobernantes ya sólo se defienden y no atacan. Los ministerios
de la guerra han simulado bajar las armas y se denominan ministerios de Defensa. Todos prefieren la acción sorda, soterrada, perniciosa, para mantener de cara al mundo la sonrisa y el apretón de manos, ya que todo el mundo sabe que la perfidia que se muestra como tal sólo consigue escasos adeptos. Hay que adornarse con un manto blanco, una noble causa, formulada con una bella retórica, llena de lógica y que haga referencia a la razón.

Así han aparecido a la cabeza de vuestras naciones, y seguirán apareciendo, grandes dirigentes, reyes de los falsos pretextos. Grandes inventores de "recetas cósmicas", maestros todos ellos en la eterna sabiduría, se perfilan aquí y allá ofreciéndoos las llaves de vuestro ser a cambio de algunos "pequeños emolumentos"...
Os lo digo: bienaventurado el que se escurre entre todo eso, guardián clarividente de las verdaderas vías de acceso que conducen a su propio corazón, a su propia voluntad de decisión y de acción. Bienaventurado también el que, en la selva de argumentos, conserva la visión sencilla de la Meta, lee del otro lado del movimiento de los labios y oye las palabras más allá de las palabras...
La vigilancia no se parece a la desconfianza. La desconfianza es una gran afiladora de cuchillos, inventora de pretextos... En cambio, la vigilancia significa paciencia y observación. Si tenéis la humildad de recurrir al Padre de toda vida, por su estrecho pasillo os serán dadas las respuestas. La oscuridad y el sufrimiento son
pues resultantes derivadas de dos fuerzas que se confunden en una sola en la superficie y hasta en las profundidades de vuestro mundo. Una es de naturaleza bien encarnada y actúa en forma de una organización poderosa con inmensas ramificaciones en los medios políticos, científicos, económicos e incluso religiosos; la
otra es de origen más sutil pero no menos eficaz, y proviene de cada uno de vosotros cuyos impulsos nocivos van a engordar en todo momento una oscura reserva energética.

La solución a todo esto puede presentar diversos rostros. Cualquiera que sea el aspecto desde el que consideréis la cuestión, sólo puedo sugerir tres palabras que, aunque susciten más de una sonrisa, representan la llave maestra ante una situación tan crucial: amor sin límites.
Son tres palabras que os parecen irrisorias porque al mismo tiempo quieren decirlo todo o no significan nada en absoluto. El amor es la palabra más prostituida que existe, y precisamente por ese motivo hace encogerse de hombros a muchos de vosotros, sobre todo ante realidades tan penosas como a las que acabo de referirme.
En primer lugar, tomad conciencia de que llevar un ejército para perturbar los planes de la fraternidad de la Sombra no haría sino retrasar la verdadera maduración del absceso. Existen seres que han elegido secretamente esta vía, y cuya acción recurre a medios políticos y económicos. Su compromiso es sumamente necesario, pues intentan limpiar constantemente la herida que padece la humanidad e impiden que se extienda demasiado, pero la raíz de la infección deberéis dominarla y desactivarla vosotros. No puede ser de otro modo, ya que sois vosotros el enigma que hay que resolver, el rompecabezas que debe reconstituirse. Desde hace millones de años venís obedeciendo al llamado de la Sombra hasta en los actos más insignificantes de vuestras vidas, de modo que los reflejos de esa Sombra se han impreso en vosotros, y por ello sois los únicos
capaces de hacer surgir de vuestros corazones el antídoto exacto del veneno.

Recordad bien esto, hermanos de siempre: no encontraréis ningún maestro en nada, ya sea un Cristo o un Buda, que os proponga un remedio dosificado, listo para su aplicación.
El antídoto definitivo contra el presunto demonio exterior, cornudo y con tridente, se dirige en realidad al demonio interior de cada uno. Sólo espera que estéis dispuestos a tomar conciencia de su existencia y que os decidáis a hacer uso de él, sin reservas; no sólo a través de vuestro corazón, de vuestra inteligencia cerebral o de vuestras manos, sino también poniendo en marcha a vuestro ser entero.
El Amor-llave es el fruto de vuestra realidad íntegra. No se resume en una palabra que agrada al oído, una caricia o un favor. Es más que todo eso, más que todo lo bello, lo fuerte, lo reconfortante que podéis imaginar; es un estado de Vida, una voluntad de Luz que toma posesión de cada una de las células de un cuerpo. No creáis que es demasiado grande ni demasiado luminoso para ninguno de vosotros. Nada es inaccesible. Los primeros pasos que podéis dar hacia él residen en la manera en que se pasa la escoba por el suelo cada mañana, en la manera en que se agarra el volante del coche, en la sonrisa gratuita que se ofrece en medio de una muchedumbre que espera. El itinerario de la Luz es sencillo; el contraveneno que buscáis reside más en esas nimiedades que en las grandes teorías que a menudo deseáis poner en práctica y que a veces absorben
la energía de toda una vida.

Las fuerzas de la luz negra os cuentan entre sus filas cada vez que maldecís vuestra existencia y la de los demás. Engordan con las miradas de tristeza, de impotencia, de temor. Las fabricáis, célula tras célula, por las resistencias a veces tan fútiles con las que construís los días de vuestra vida.
Que no os asuste el Amor al que os llamo, pues no es el de un viejo sabio y austero que mide todo y que después, a fuerza de sabio equilibrio, olvida hasta el nombre de la alegría.
El Amor sin límites del que os hablo es privativo de quienes comienzan a sonreír y luego a reír. Es la antorcha de quienes quieren ver más allá del obstáculo... hasta tal punto que sus murallas se derrumban. Eso a veces ocasiona dolor, pero éste se desvanece en cuanto uno decide dejar de creerse enfermo.

El no-Amor es un estado vegetativo del alma enlodada en la pseudo-enfermedad de su impotencia para sonreír a la Vida. Aunque la primera sonrisa de verdad cuesta mil contracciones, la segunda cobra ya el aspecto de un bálsamo, porque tender la mano al otro, al que nos ha herido, es también tenderse la mano a uno mismo.
Así se hace que se desvanezcan las semillas de la culpabilidad futura. Todos los grandes conflictos han tenido origen en un miedo: el de perder una pequeña individualidad que por todos los medios quiere ser la más grande, la más dominante. Os llamo a dejar eso...
Dejad de inventar la enfermedad, amigos; sed sencillos y tiernos, amad lo que ya sois en la eternidad. Con vuestra ayuda, vuestros hermanos de la luz pobre han levantado un singular decorado porque no se acuerdan de lo que son. Al amar el tiempo presente, al destilar vuestras perlas, hojead vosotros por ellos, por vosotros y por la Tierra entera, el Libro de las Remembranzas...

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